Fructuoso Sansón Fernández era de Valdemorales y Natalia Rodríguez Laguna de Zarza de Montánchez. Puesto que ambos pueblos quedan muy cerca no fue difícil que se conocieran en una verbena. Se casaron y como entonces no había televisión tuvieron 18 hijos. Eran años de dura hambruna, unos hijos nacían, otros morían al poco de nacer, así que en algunos casos los nombres de los hijos nacidos se repetían en honor a los ya fallecidos: Amparo, Casto, Juan Jesús, Jacinto, María del Rosario, Salustiana, Carlos, José Luis, otro Juan Jesús, María del Carmen, José Antonio, Julia, José María, Pedro Alfonso, otra María del Rosario, Tomás, otra Julia y Santiago.

Fructuoso era carpintero y pensó que para el mejor futuro de su vasta descendencia lo más apropiado era emprender un viaje a la capital. Se instalaron en Cáceres, primero en la calle Margallo, después en la llamada Casa de Tato en San Blas y posteriormente en la Ronda del Carmen, muy cerca de Radio Cáceres, en un edificio donde se acomodaron en una vivienda que estaba en la azotea. Era aquel un piso pequeño, con salón, aseo, cocina y dos dormitorios donde dormían como podían, compartiendo el mismo colchón. También compartían el mantel, se sentaban alrededor de una cazuela, "cuchará y paso atrás" , y los primeros en llegar a la mesa se llevaban siempre la mejor parte.

Ese era un barrio muy bonito, donde estaba Veterinaria, con su casa central y su bello jardín, y la Escuela de Artes y Oficios, y más arriba, muy cerca de la Cruz, el carbón de bola del señor Macario y los almacenes de Candela. Pero los Sansón tuvieron que marcharse de allí porque el alquiler era muy costoso. Encontraron una oportunidad para el traslado cuando el ayuntamiento construyó unas casitas en San Blas, a las que llamaban las Casas del Refugio y por las que se pagaban 25 pesetas al mes.

No tardaron en adaptarse a su nueva vida en la ronda del Matadero. Juan Jesús, (fue el segundo Juan Jesús de los 18 hijos del matrimonio porque el primer Juan Jesús falleció), pronto encontró amigos en el barrio: Jarry, Lorenzo, Curro Carvallo, Bonifacio, Andrés... Jugaban a los bolindres y a la mocha, que era un palo al que se le cortaban las esquinas, le dabas con una paleta, y ¡¡¡zas!!!, saltaba por los aires. Con los tiradores cazaban pájaros en los eucaliptos de la iglesia de San Blas y durante la siesta robaban membrillos en las huertas.

Jesús acudía al Madruelo (la Universidad del Madruelo que se dice en Cáceres porque casi todo quisqui pasó por ese centro escolar durante la posguerra). Allí le dio clase don Lorenzo, y en los recreos ponían leche en polvo y una porción de queso americano. Al entrar en clase siempre se cantaba el Cara al Sol y el estrado, amén del crucifijo, lo presidían una foto de Franco y otra de José Antonio.

Jesús compartía pupitre con Arjona, aunque por poco tiempo más continuaría sus estudios porque a los 13 años su padre le pidió que comenzara a trabajar. Eran muchos en casa y la economía familiar se había estirado tanto como un chicle Bazooka y ya no daba para más.

Jesús comenzó repartiendo patatas El Gallo, cuya fábrica originaria estaba en la plaza de la Audiencia. Al poco tiempo de empezar, se hizo con un bote donde guardaba las propinas que le daban los clientes. "¿De quién eres tú, hijo?", le preguntó un día Nicolás, el jefe. "De Sansón", respondió Jesús. "¿Y qué vas a hacer con las propinas?", (al jefe le picaba la curiosidad). "Comprarme unos pantalones", contestó Jesús. "¡Ah! te llamas Jesús y eres de los Sansones, y pides el aguinaldo para comprarte unos pantalones", zanjó con gracia Nicolás, que acuñó la rima que luego repetiría con frecuencia a su empleado cada vez que lo veía.

Jesús era un muchacho responsable y dispuesto. Repartía las patatas básicamente por los bares. Acudía a la cafetería Avenida, bar Aviación, quiosco Colón, El Globo, el Mercantil y al bar Sansón, que era de su tío y estaba en la calle Virgen del Pilar, junto a la plaza de Colón.

Los Naranjos

Un día Jesús se enteró de que en el Quiosco Los Naranjos necesitaban a un chico para la barra. Así fue como inició su incursión en el mundo de la hostelería. Los Naranjos estaba en la avenida Virgen de Guadalupe (siempre conocida en Cáceres como el Paseo de las Acacias). En aquella época era todo campo, había un taller mecánico y empezaban a levantar el edificio del antiguo Banco de España.

Los Naranjos, propiedad de Jerónimo Naranjo, era el típico quiosco de los parques, con una protección para cuando llovía, donde servían chatos de vino con el sifón y cuya especialidad eran los bocatas de anchoas y de calamares, que las parejas de novios se compraban antes de ir al cine Capitol de verano. Si no tenías dinero para entrar en el cine te subías al terraplén y desde allí, bocata en mano, veías la película.

La madre de Jesús se afanaba porque su hijo fuera de punta en blanco a trabajar. En Galerías Madrid le compró una chaquetilla blanca, que con mimo lavaba a mano hasta dejarla inmaculada. Por aquel entonces Jesús conoció a María del Carmen García Alvarez, hija de Alejandro García, que trabajaba en la construcción y vivía en Aguas Vivas.

María del Carmen estaba empleada en La Polar, una fábrica de gaseosas situada muy cerca de Los Naranjos y que era famosa por el burro que se utilizaba para transportar la mercancía, un animal que emanaba tanta pasión que pareciera caminar con cinco patas. Al lado de La Polar estaba La Flor, que era una fábrica de harina, y muy cerca la Asesoría Becerra.

La pareja frecuentaba el Paseo Alto, paseaba por Cánovas, acudía al Norba, al cine público que tenía el colegio San Antonio, y también al del Palacio del Obispo, con sus bancos corridos y sus películas del oeste, donde se llevaban las raspaduras de La Estila porque entonces no eran frecuentes las palomitas.

A los 17 años Jesús se marchó a trabajar a la Costa Brava. Se carteaba con María del Carmen, se enviaban fotografías en las que ella le decía: "Te espero, te espero, te espero...". Jesús regresó a Cáceres para trabajar en el Hotel Alcántara, que tenía un salón social donde comenzó a preparar los cócteles que aprendió en Cataluña. Hasta allí acudían el doctor Carvallo, o el doctor Rosado, que eran buenos clientes. Al volver de la mili, en los Regulares número 5 de Melilla, María del Carmen cumplió su promesa de esperarlo y se casó con Jesús en la iglesia del Buen Pastor, en Llopis Ivorra, lo festejaron en El Patio y se fueron de viaje de novios a Mérida. Tienen cuatro hijos (Yolanda, Mercedes, Natalia y Juanchu) y tres nietos (Jorge, Mar y Carmen).

Poco después de la boda, Becerra y José María Bermejo le comentaron a Jesús que Lázaro Ollero había hecho en la vieja hojalatería de la plaza del Duque un mesón llamado El Hidalgo con intención de arrendarlo. Jesús probó suerte y en 1971 se independizó. Un año más tarde, el 26 de octubre de 1972, Antonio Barrientos le dijo que disponía de un local, un almacén de Galerías Madrid, donde Jesús podría hacer su propio bar. Y así nació El Extremeño, un mesón que tiempo más tarde se convertiría en leyenda, en uno de los símbolos de los años dorados de la movida cacereña.

El Extremeño, con entrada por la calle del Duque, era uno de los múltiples negocios de la plaza y sus inmediaciones: la Chocolatería Ruiz, el Bar Manso, La Parada, La Legíón, La Machacona, El Chicha... Hasta el mesón comenzaron a llegar colegiales del San Antonio, del Diocesano y especialmente universitarios, casi siempre a dos velas que se pedían una cerveza a medias.

Jesús quería poner su mesón de moda. Repartía bandejas con pinchos, vendía cerveza a precios económicos: un litro y cuarto a 125 pesetas, si no tenías las 25 te lo dejaba a 100, una jarra Oslo, botas de vino colgadas en el techo que subían y bajaban con un mecanismo semejante a un tendedero, la Yarda... y así hasta llegar al popular Metro: un recipiente cilíndrico de un metro de alto con capacidad para 4 litros de cerveza, que los estudiantes compartían a un precio asequible.

Sansón pinchaba música que le traían de Harpo, y Soniprex siempre colaboraba con él. Con las fotografías tamaño carnet de los estudiantes colgaba orlas que decoraban aquel mesón de aire castellano que encajaba a la perfección en el Cáceres de postal (llegó a juntar 700 fotografías). A ello se sumaban la prueba de cerdo, las migas, la panceta asada o el frite extremeño, sus fiestas de cumpleaños con aquel lema: "En tu cumpleaños feliz, pincha tu propio barrildoméstico que causó furor en la ciudad del placer, tanto que hasta el diario francés dicó un extenso reportaje.

Sansón popularizó la Fiesta de la Cerveza. Por su mesón pasaron abogados, médicos, fontaneros, sacerdotes, gentes de toda clase y condición. Y entretanto, miles de anécdotas: Un día llegó un señor, se apostó en la barra y le dijo: "Póngame un bocadillo de prueba y una cervezanar le pidió: "Por favor, póngame otra cervezaCuando acabó volvió a pedir un bocadillo: "¡Ah! y me lo envuelve en un papel para llevárselo al niño, que lo tengo en el coche y ahora vengo a pagarlese marchó. Nunca volvió.

El Extremeño cerró el 27 de enero de 2007, después de 35 años de servicio, pero decenas de generaciones de estudiantes no olvidan su paso por este mesón que abrió Juan Jesús Sansón, nacido en una familia de 18 hermanos, que aprendió en la universidad del Madruelo, pero sobre todo en la universidad de la vida, y que hizo de este rincón de la calle del Duque toda una leyenda.