"La contaminación acústica es un problema de gravedad, un delito como cualquier otro de carácter medioambiental", explica Miguel Salazar, presidente de la asociación de vecinos de la Madrila y también antiguo miembro de la 'Asociación de Cacereños Contra el Ruido'.

Salazar ha sido uno de los principales artífices de la lucha contra la contaminación acústica para que hoy en día Cáceres haya pasado de ser una de las ciudad bastante ruidosa a convertirse en una urbe dentro de los baremos normales. Antaño, zonas como la propia Madrila, la plaza Mayor o la calle Pizarro han representado durante años las áreas más ruidosas de la capital cacereña.

"Conseguimos mucho administrativamente, desde el diálogo y la constancia. Algunos bares y locales, que no contaban con las licencias adecuadas o que no cumplían con las medidas de insonorización, fueron cerrados y ahora la situación no tiene nada que ver con la que había antiguamente". En cambio, tiempo después Salazar dejó el colectivo porque "derivó en otra cosa que no concordaba con mi manera de pensar. Ellos continuaron luchando contra el ruido pero utilizando la via judicial".

NUEVA IMAGEN La Madrila ya no es lo que era, ha renovado completamente su imagen, pero el nivel de contaminación acústica que emanaba de los locales de la plaza de Albatros hace unos cuantos años perturbaba las horas de sueño y las tareas diarias en cualquier seno familiar. "Me atrevería a decir que el ruido ha bajado hasta un 80%, pero mi hijo ha pasado muchos momentos en los que no podía ni estudiar ni dormir. Era insoportable".

Hoy en día las restricciones tanto en los horarios para los locales como para los vehículos -- ahora está prohibida la entrada de turismos que no sean residentes en la zona a partir de las 00.00 horas-- han mejorado la imagen de la barriada, más limpia y tranquila ahora. "Antes la fiesta duraba hasta las diez de la mañana y la plaza y las calles daban pena. La suciedad, vómitos y restos de botellones ofrecían una imagen lamentable".