Las leyendas son viejísimos cuentos ancestrales, que narran secuencias entre los hombres y los dioses, para desentrañar grandes verdades; subrayando promesas divinas de amplia trascendencia o para profetizar los peligros que nos acechan y amenazan a través de las oscuras sendas de la vida humana. Por eso hay que saber leerlas - son leyendas - e interpretarlas como anuncios o noticias que nos llegan a través de los «mensajeros» del Universo místico, que debe existir «más allá» de nuestra sensibilidad.

La Leyenda de Aylán es la de todos los ángeles o «mensajeros» que aparecen en todas las playas - en las que se unen la tierra con el mar y con el viento - para trasmitirnos mensajes, para recordarnos verdades que hemos olvidado y para avisarnos de las amenazas que se ciernen sobre nosotros, si no acertamos a cambiar nuestros vicios y costumbres. Después se van al infinito: al Paraíso de Al-lâh, al Edén de Yâhveh o al Cielo de Dios. Esto da lo mismo; como seguramente se ha ido Aylán Kurdí, mientras recogían de la arena su débil figura de niño olvidado; dejando una triste imagen, ya consagrada y beatificada por los medios de información; que ha provocado la vergüenza de los gobiernos y de los pueblos que no saben leer ni comprender leyendas.

Con su muerte y con la imagen de su cuerpecito exangüe, Aylán nos ha dejado una terrible sentencia contra toda la Humanidad. Una verdad dolorosa sobre los odios que matan. Contra la crueldad, contra la insolidaridad y contra el egoísmo infinito que están demostrando los pueblos y gentes que se hieren y sacrifican, unos a otros; olvidando su condición de “seres inteligentes. Sus afinidades ideológicas en religión y cultura, su identidad como naciones hermanas y todos los mensajes de paz y amor, que otros ángeles de leyenda han ido trasmitiendo a los hombres, desde que el mundo es mundo.

La muerte de este pequeño infante de apenas tres años; ligero como un cervatillo tierno y sonrosado, se ha convertido en una pesada losa para los desalmados que han provocado su sacrificio. Desalmados criminales que bombardean a sus propios hermanos, que destrozan a los que profesan su misma religión; a los que rezan en su mismo idioma.

Desalmados mercaderes que surten de bombas, aviones y ametralladoras a los que devastan y asesinan. A los que proporcionan terribles armas para destruir y aniquilar a gentes pacíficas que solamente aspiraban a respetar y ser respetados por sus semejantes.

Pero también aplastará las conciencias de los malvados que no practican la virtud de acoger los refugiados; inventando contra ellos odios y mentiras para provocar su rechazo. De los que levantan vallas de espinos a su paso; de los que los expulsan e impiden que lleguen a los «paraísos» que esperan encontrar en Europa.

La Leyenda de Aylán es un mensaje perenne de caridad, de amor, de solidaridad y de paz que conviene leer - con tristeza, pero con respeto - pues ya se ha repetido con otros cuerpecillos inocentes, arrojados por el mar sobre nuestras playas y conciencias.H