El origen y la gestión de la crisis ponen de manifiesto que la socialdemocracia europea no ha sido capaz de proponer políticas alternativas que salvaguardaran el estado del bienestar conquistado en mucho tiempo y con gran esfuerzo, del cual han llegado a nuestro país, necesitando mucho más tiempo y mayor esfuerzo, algunas migajas. Esta ineptitud le está pasando factura al PSOE pero a ello, o como consecuencia de ello, se le une que ahora, y pese a los esfuerzos de renovación generacional y de discurso, el PSOE no es visible para muchos ciudadanos.

Aún más, muchos de los que lo ven continúan teniendo en su mente las políticas llevadas a cabo en tiempos no muy pretéritos, lo que no les invita a depositar en los socialistas su confianza. Por lo tanto las expectativas electorales no auguran el éxito. En estas circunstancias la agrupación socialista de Cáceres presenta su lista para las municipales presidida, como es preceptivo, por la persona a quien la militancia le hizo ganar las primarias. Luis Salaya representa el relevo generacional, no hay peros en su contra más allá de su juventud, pero cuenta con un debe muy importante en este lugar, su escasa presencia en el tejido social cacereño, lo que es una clara y repetida ignorancia de las constantes en las preferencias de los votantes de esta ciudad, que si es Patrimonio de la Humanidad también es patrimonio del catovismo.

En esta situación era lógico esperar el cierre de filas y el apoyo incondicional y entusiasta de la militancia para enviar una señal de entusiasmo y optimismo que paliara las deficiencias que la propia militancia ha preferido. Sin embargo, a la presentación de la lista han acudido la mitad de los militantes y la lista ha sido ninguneada por más del 30%. El mensaje que envían a los ciudadanos está claro: Esta lista es una mierda. Con su pan se la coman. Quizás no van a tener mierda para todos pues ya circulan apuestas con las que un optimista ganaría una cena si llegan a seis concejales.