A menudo nos encontramos con el deterioro, por abandono, de vestigios de la acción cultural del hombre y de su interacción con la naturaleza. Al tratarse de obras en las que puede leerse la vida y sentir de generaciones que nos han precedido, deberían ser objeto de mayor preocupación por parte de las actuales, especialmente por responsabilidad con el futuro. La ONU reconoce que "el hombre es obra y artífice del medio que lo rodea, el cual le da sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente" y lo ha explicitado en acciones y recomendaciones destinadas a la puesta en valor y a la conservación del patrimonio natural y del patrimonio cultural.

En la larga lista de restos a preservar se encuentra el Convento de San Antonio de Padua, en la localidad cacereña de Garrovillas. Erigido por los primeros duques de Alba de Liste en el siglo XV, y convertido en sede franciscana, dispuso de una majestuosa iglesia con bóvedas de crucería y ábside poligonal. El claustro es de estilo renacentista con bóvedas de arista y pinturas al fresco del siglo XVII. La última restauración conocida se produjo en 1661, por el IX Conde de Alba de Liste que fuera Virrey del Perú. Fue declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento, en 1991.

Con el cambio de uso como consecuencia de la desamortización del siglo XIX, comienza el despojo de sus elementos ornamentales, provocándose incluso el incendio de los retablos pensando obtener oro del dorado de los materiales. Se utilizó como fábrica de paños, cuadras, herradero de reses, esquileo de lanas y otras actividades similares. Cuando estos usos decrecieron, al expolio sucedería el vandalismo. Permanece la iglesia, con las bóvedas parcialmente derruidas y carentes de toda protección; del claustro han desaparecido las celdas y algunos paramentos verticales. El último derrumbe afectó gravemente al lienzo de la entrada principal del convento.

AUNQUE su condición de propiedad privada dificultaba cualquier actuación pública, las gestiones del Ayuntamiento en los primeros años de este siglo y el anunciado compromiso de los entonces responsables de la Junta de Extremadura, animó a sus propietarios a cedérselo a ésta para facilitar su actuación, sin que esto se haya consumado. La desidia histórica, en todo caso, se ha visto compensada por la actuación de la población a través de los estudios técnicos e históricos realizados, de forma desinteresada, por ciudadanos anónimos, que alertan sobre la importancia y estado del monumento: Alicia Galán , José María Velaz o Cristina Romero , por citar algunos.

La organización de una plataforma ciudadana por iniciativa de las asociaciones culturales de la localidad, y en la que colaboran entidades defensoras del patrimonio de ámbito regional y nacional, alienta el funcionamiento de un grupo multidisciplinar de profesionales con el único objetivo de impulsar la puesta en valor de tan importante referente. El eco ha vuelto a reactivar la anhelada intervención institucional: el Ayuntamiento está saneando el entorno del Convento y ha saltado el tema en la Asamblea de Extremadura.