-Es de Mérida de toda la vida...

-Es paradójico porque soy de Mérida pero no nací en Mérida. Mis padres eran valencianos y hubo una hornada de valencianos que vinieron a Mérida. En mi caso, a uno de mis tíos, el hermano mayor de mi padre, lo detuvieron en la batalla del Ebro porque era teniente del ejército republicano, y gracias a que el cura del pueblo lo sacó de la prisión y le pusieron un destierro. Le dijeron: «te vas, pero te vas al otro mundo». En aquella época el otro mundo era o Canarias o Extremadura. Y mi tío, que era trapero, se vino a Extremadura, y llamó a su hermano pequeño, que era mi padre. Era el año 55; se casó y se trajo a mi madre diciéndole: «vamos a estar solo un par de años en Mérida y luego volvemos a Valencia». Cuando mi madre se quedó embarazada de mí se fue a Valencia a que yo naciera, pero al mes nos vinimos. Estudié en el instituto, con otro gran periodista, Ángel Briz. Ahora mismo, con mi edad, los tres periodistas más veteranos de Mérida somos Pepe Aroca, Ángel Briz y yo. De ahí ya me fui a la Universidad de Navarra a hacer periodismo, a la que considero mi universidad por razones afectivas y por razones profesionales. En ella aprendí la gran asignatura de la libertad. Y creo que con provecho. Soy tan de la universidad de Navarra, que mi hijo Rafa, que lleva en Méjico ocho años, y mi hija Elena, han estudiado periodismo; debe ser que estas pasiones se inoculan porque a mí me gusta mi profesión.

-Habrá gente que se pregunte: ¿cómo es posible que estudiando en la Universidad de Navarra diga que la mayor asignatura que aprendió fue la de la libertad?

-Iñaki Gabilondo y Pedro J. Ramírez, tan distintos en sus derroteros profesionales, también estudiaron allí y dicen lo mismo que yo. Quiero decir, solo a los que tienen el cerebro muy pequeñito se les puede comer el cerebro. En toda esta etapa profesional he intentado, desde la libertad, hacer amigos. En unos casos lo he logrado, en otros no, pero lo he intentado.

-¿Por qué estudió Periodismo?

-Porque desde pequeñito me gustaba leer. Si no lees mucho, malamente vas a ser buen periodista. Insisto, mi profesión es mi pasión. Y eso que he sido, excepto durante siete años, periodista de gabinete, y encima me ha tocado con políticos. Y hay un viejo axioma que dice: «con políticos y con futbolistas, mejor no compadrear». Pero bueno, también en eso creo que mi experiencia ha sido plural: Antonio Vázquez, Teresa Rejas, Juan Ignacio Barrero...

-¿Qué hizo al acabar la carrera?

-Me vine a Mérida a sobrevivir como pude. Trabajé en una empresa de frutas de un amigo de mi padre porque no encontraba trabajo como periodista. Después tuve la suerte de conocer a una gran persona, que es Pepe Higuero y que sorprendentemente en el año 85, no sé cómo, contactó conmigo y me dijo que se había hecho cargo de El Periódico Extremadura. Si las cosas hay que juzgarlas por los principios, que no es el caso, en esta ocasión tanto los principios como los finales fueron gratos. De hecho, he estado con mucha gente que es compañero de profesión, colega... y de este fui amigo. En la delegación del Periódico en Mérida empezamos Antonio Sánchez Ocaña (Aso), y yo. Aso hacía los temas serios, la política, y yo hacía Local y Deportes. Coincidía que yo también era corresponsal del Marca cuando subió el Extremadura a Primera y corresponsal de La Vanguardia en Extremadura, porque había estudiado conmigo en Pamplona Quim Luna, uno de sus redactores jefe. En aquella época La Vanguardia pretendió ser periódico nacional y nos fichó a una serie de corresponsales, así que es mi periódico de referencia a nivel nacional... Fue en ese periódico donde le hice una entrevista al primer presidente de la Asamblea de Extremadura, don Antonio Vázquez López. Unos días después de su publicación en La Vanguardia, a las dos de la tarde, tomando un vino en el quiosco, Antonio me llamó y me ofreció ser su jefe de prensa. Intenté explicarle que a lo mejor yo no congeniaba, pero él me dijo una frase que me ha marcado en todos mis trabajos: «Mira, lo único que te pido es lealtad y profesionalidad». Conmigo tuvo una delicadeza extrema, cosa que no tienen por qué tenerla todos, solo los que son amigos, claro.

-Pero Antonio Vázquez dejó de ser presidente del Parlamento...

-Sí, con una frase que muchos políticos se tendrían que aplicar: «Yo he sido presidente de la Asamblea, no puedo ser otra cosa». Cuando Vázquez, que siempre me decía: «¡Ay Rafael, un socialista jugando al golf!», dejó de ser presidente, por aquellas historias de Federico Suárez, Manuel Veiga... Ibarra le ofreció ser consejero de Cultura, pero él volvió a su profesión. Así que cuando Antonio Vázquez murió se me murió un amigo. Fue el extremeño que ayudó a consolidar la Asamblea, me parece que las leyes que hizo, la del escudo, el Himno de Extremadura... todas aquellas cosas de una Extremadura incipiente... no sé si otro las hubiera hecho, pero Antonio Vázquez estaba en el sitio oportuno, y en el momento oportuno. Y lo hizo muy bien. Hablaba al principio de esta entrevista de la libertad, y mire, a mí me nombró jefe de prensa libremente. Creo que no le defraudé.

-Enseguida lo llama Barrero...

-Juanma Cardoso, hoy jefe de prensa del Ayuntamiento de Badajoz, había sido jefe de prensa de aquel PP en ciernes. Él se iba al Ayuntamiento de Badajoz con Celdrán. Entonces me ofrecieron irme al PP y me fui con Barrero. Al poco tiempo lo nombraron presidente del Senado. A partir de ahí estuve de jefe de prensa con los otros dos presidentes del partido: Floriano y Monago, siempre aplicando esa máxima de Vázquez: la lealtad. Y la lealtad es cuando estás con alguien y cuando dejas de estarlo, cuando te has ido. Es decir, ahora me está costando ser leal, pero lo voy a ser. Yo no soy un periodista de provincia, ni siquiera de pueblo, soy un periodista de barriada, y hago periodismo de proximidad, aquí, en mi barrio, en La Argentina. Por lo tanto, no me ofende que cuando gana el PP alguien diga: «Nooo, hay que traerse a iconos».

-¿Y cómo era Barrero, no era un poco el cliché del PP?

-Era buena persona. Un hombre liberal. Pero tanto un futbolista como un político tienen que tener equipo. Y Juan Ignacio tuvo muy mala suerte y un equipo alrededor que lo traicionó.

-Y pusieron a Floriano. Decía gente con mucho poder en el PP de Extremadura que Floriano nunca llegaría a presidente de la Junta porque era de Cáceres...

-Me pone en un aprieto, pero esto también pasa en el PSOE. Creo que Carlos es un tío muy bien preparado que sigue en la política activa. Napoleón antes de nombrar a sus generales -esto lo cuenta muy bien Chesterton en la semblaza que le hizo-, siempre les preguntaba: «¿tú tienes suerte?». Y estamos hablando también de Rodríguez Ibarra, cuidado, y de las primeras elecciones con Vara... He trabajado con Carlos y moverse se movía. Después no tengo la clave. Pero sí es verdad que la autonomía de Extremadura no se consolidará hasta que no tenga un presidente o presidenta de Cáceres.

-¿Entonces Monago ganó las elecciones porque no tenía a Rodríguez Ibarra como rival?

-No hombre. Ganó las elecciones porque en Extremadura, se diga lo que se diga, somos recipiendiarios de los vientos nacionales. El voto nacional influye tanto que hasta a veces me he preguntado: ¿vale la pena ir por todos los pueblos y recorrer mercadillos cuando tú sales en Antena 3 o te entrevistan en la SER o te entrevista Carlos Herrera y compensas esas 320 visitas a pueblos con el nivel de conocimiento de la gente?

-Y Monago ganó...

-Sí. Cambió el esquema porque Barrero y Floriano, aunque no lo fueran, tenían el cartelito de la derecha señoritinga. A lo mejor por aspecto, pero es que juzgar y colocar etiquetas por el aspecto me parece peligroso. A ellos se las pusieron y ya podían decir lo que les diera la gana, ya podía decir Floriano: «oye no, que mi padre tenía una taberna en Cáceres». Y esa directriz la rompió Monago. Nadie puede decir que era un señorito de derechas. Primero porque es verdad que es bombero y que su padre era guardia civil, pero es que esas etiquetas logró cambiarlas.

-Y Monago se trajo a asesores de fuera. ¿Por qué, porque los de fuera eran muy buenos o porque aquí no había y si los había eran muy malos?

-Pues porque somos periodistas de pueblo, de barriada. A mí no me ofende, es mi vida, no puedo especular más. Pero, mire, aunque no me lo pregunte directamente: a mí Iván Redondo me parece un profesional, aunque en esa balanza lo que ganas en unas cosas las pierdes en otras, como en el conocimiento cercano de la gente, por ejemplo, que es muy importante. Efectivamente él influyó en la campaña de José Antonio. Yo no he sido del círculo cercano de Iván y sin embargo Iván conmigo siempre se ha portado bien. Yo ahora llamo a Iván y puedo asegurarle que coge el teléfono y me trata con amabilidad, probablemente porque para que te respeten no hay mejor cosa que respetar. Y yo eso con él lo he hecho. Y a mí me parece un profesional; no me pregunte por otra gente que tenía alrededor, que a lo mejor no pienso lo mismo, pero chico, estamos en Cuaresma, no me obligue. Zorro chico, huele trampa.

-¿Pero no le parece que aquella campaña tan efectista ayudó a la derrota del PP extremeño?

-A toro pasado hacer un análisis cuando en aquel momento parecía que podía ser eficaz y nadie se lo cuestionó...

-¿Usted tampoco?

-Yo no. Es cierto que es una campaña que hasta se puede estudiar en las facultades, pero estudiarla en Calamonte es ya más complicado.

-¿Más allá de la campaña, por qué no ganó las elecciones?

-Hay grandes causas. Un mal planteamiento de una campaña de comunicación no creo que incidiera gravemente en la derrota electoral. Las causas son que España lo estaba pasando mal, porque pensemos en las primeras medidas de Rajoy y en mí, que soy clase media y que tengo cinco hijos y que llevo a gala decir que soy el que más impuestos paga de España, que mis amigos de Cataluña, de Valencia y de Madrid pagan menos impuestos que yo teniendo menos hijos. No me hace gracia. Y eso tiene un coste. ¿Por qué vota la gente? Por lo que tiene en el corazón o en la cartera. Y muchas veces lo que tienes en la cartera es que te ingresan menos dinero y tienes que pagar más.

-¿Está ahora prejubilado. Se ha ido, lo han echado?

-Yo estaba en el perfil de los prescindibles. Tengo 60 años... He intentado ser amistoso, pero ni usted ni yo gustamos a todo el mundo. ¿Después de estar ahí desde el 95, ahora me voy a poner a dar pataletas? Me despedí dando las gracias y pidiendo perdón. Porque mire, he querido saber irme. Y ahora me gustaría seguir haciendo cosas de periodismo, pero de periodismo de proximidad.

-¿Y a usted le gusta la Extremadura de Vara?

-Hay que reconocer que todo sigue igual, pero tengo que decir que Guillermo es una persona cercana y no dudo de su buena voluntad. Espero que tenga suerte y se la deseo.

-Cambiemos ahora del tercio autonómico ¿Qué le ha pasado a la socialdemocracia en este país?

-Que con elementos como Pedro Sánchez a Rajoy lo van a ingresar en la unidad de quemados de un hospital de tanto frotarse las manos. Mire, yo soy un hombre de bares, del Chinche, el Michel... y ahí pulsas a la gente. El tradicional votante del PSOE, y tengo muchos amigos, está harto de esta bicefalia, de esta lucha, y tengo que soltar el latinajo: ‘Omne regnum in se ipsum divisum desolabitur’ (‘todo reino divivido contra sí mismo será devastado’). No hay peor cosa que la desunión. Y es una pena, porque con la socialdemocracia probablemente no habría ese desequilibrio impositivo entre unas regiones y otras.

-¿Entonces, a su juicio, la mejor salida es el neoliberalismo?

-No. La salida es un régimen de libertades que se dé cuenta de que quién tira de la sociedad es la clase media. Aunque otra cosa, la gente está poniendo a parir a Donald Trump, como si los millones de norteamericanos que le han votado fueran gilipollas.

-¿Ya, pero si Trump levanta fronteras y coarta libertades y en España el PP es un partido azotado por la corrupción, por qué ambos ganan las elecciones?

-En cuanto a la corrupción, el que esté libre de ella que tire la primera piedra. Pero como soy periodista de pueblo le voy a contestar con una respuesta de pueblo. Mi suegro, un tío excepcional, era concejal de la UCD con Viñuela, pero en Don Benito ganó un desconocido, que había llegado con una mano delante y otra detrás: León Romero Verdugo, que hasta fue presidente de la diputación. Y mire, el abuelo de una sobrina mía, que era un hombre de derechas de siempre, lo votó. «Sí, León Romero es socialista y lo voto», decía. «¿Y cómo me tiene la calle, y los arbolitos que ha plantado, y lo limpio que tiene Don Benito, y cómo nos ha dado dinero a los de San Vicente de Paúl?» Mire, en Marbella Jesús Gil sacaba mayoría absoluta. Es decir, el horizonte de las grandes palabras está bien, pero a la gente le pilla lejano, la gente tiene que comer y vivir y ser feliz.

-¿Y la gente milita hoy en los partidos políticos o en los medios de comunicación?

-Indro Montanelli, un gran liberal, fue uno de los primeros periodistas que editorializó diciendo a quién iba a votar: «Turiamoci il naso e votiamo DC»; claro, que un tío como él votara a la derecha fue un escándalo. Esa frase me la he aplicado en las últimas elecciones, es decir, en los 90 el porcentaje que había entre nuestro voto y nuestro partido era del 90%. Yo coincidía con el ideario del PP y lo votaba en coherencia. Ahora esto ha descendido a unos niveles... ¿cómo vamos a votar a personajes como Celia Villalobos o Cristina Cifuentes que hieren mis sentimientos? Si soy a favor de la vida, y contrario al aborto y soy votante tuyo, ¿qué necesidad hay de sacar este tema? ¡La maternidad subrogada, es que pisas callos! Así que al final, como hizo Montanelli, no sé si votaré al PP con dos dedos en la nariz o qué haré.

-O sea, que usted es de derechas y no es del PP...

-Efectivamente. El PP se ha convertido en un partido pragmático, que a lo mejor es lo que electoralmente le compensa.

-¿Pragmático qué es, que es más progresista?

-¿Por qué los temas morales son objeto de campaña? Elevan a bandera lo que en la calle no es bandera. Voy al bar y la gente no me habla del aborto, me habla de la pensión y los impuestos. ¿Es necesario hacer bandera de lo que corresponde a nuestra intimidad, a nuestra conciencia?

-Bueno, pero la transexualidad, el aborto, el matrimonio homosexual, son asuntos que necesitan partidos que los defiendan...

-Yo solo he citado el aborto, que me parece un crimen. El resto no lo denosto y lo respeto profundamente. No es lo mismo. El aborto me parece un asesinato, y tampoco estoy de acuerdo con la eutanasia. La vida es un tema vital. Y no hay más que leer al Papa Francisco, que en cuestiones como la homosexualidad es clarísimo y pide respeto, y eso es lo que nos marca a los católicos.

-Y para terminar, esta entrevista hable de su familia...

-Mi vida vale la pena por ella. Y por la que conocí en la Universidad de Navarra, el Opus Dei, que es mi otra gran familia.