Permítanme que aproveche esta tribuna pública, para compartir con ustedes una reflexión sobre la responsabilidad ambiental, compromiso ineludible para el futuro, que muchos parecen haber olvidado, o quizás jamás tuvieron. Para entrar en materia, les transcribo unos interesantes párrafos:

"El deterioro de la naturaleza es un hecho constatable en la diversidad de agresiones y graves alteraciones que pueden apreciarse en las aguas, la atmósfera, los suelos o los seres vivos (...). En ese contexto de reflexión y preocupación sobre el medio ambiente, resulta oportuna (...) una Ley en la que se asuma el compromiso por la conservación, mejora y restauración del patrimonio natural extremeño, y que signifique un compromiso activo y solidario con la naturaleza y con los extremeños de hoy y del futuro. Debe alcanzarse un ordenamiento oportuno que ayude a preservar los hábitats y la biodiversidad, pero que signifique el compromiso con el desarrollo económico y social de Extremadura contribuyendo activamente a transformar los modelos estrictamente economicistas presentes en mentalidades, actitudes y acciones diversas (...). Se trata de una norma sobre un patrimonio natural colectivo en el que son necesarios la voluntad y el compromiso del conjunto social de los extremeños así como una acción decidida de los poderes públicos".

A pesar de lo que puedan pensar algunos, no se trata de un manifiesto ecologista, sino de fragmentos contenidos en la Ley de Protección de la Naturaleza y de los Espacios Naturales de Extremadura, aprobada por la Asamblea de Extremadura en 1998.

Cualquiera con sentido común debe admitir que es perfectamente lógico exigir que el desarrollo y modernización de Extremadura debe hacerse sin sacrificar el medio ambiente, sin agredir y alterar gravemente la naturaleza (agua, atmósfera, suelos y seres vivos), a no ser que sea estrictamente necesario y no exista otra alternativa. Al menos, este parece ser el compromiso que nuestra Ley exige de la sociedad extremeña: desarrollo económico y social, preservando los hábitats y la biodiversidad.

Sin embargo, algunos reniegan de estos compromisos, afirman que la protección del medio ambiente está perjudicando las posibilidades de desarrollo de Extremadura y acabará por provocar que nuestra región vuelva a perder el tren del progreso y la modernidad.

Curiosamente, siempre se trata de un progreso que se hace a costa de la naturaleza, si es posible, sin gastar ni un duro en intentar limitar o evitar su destrucción, lo cual es mucho más rentable y beneficioso.

Lamentablemente, cada vez hay más casos en los que el progreso y la modernidad de Extremadura parecen exigir inevitablemente la destrucción y degradación de su medio ambiente, sin plantearse alternativas que intenten lograr este progreso con menor impacto ambiental.

Pero hay un caso esperanzador: el progreso requiere que la ciudad de Cáceres cuente con un suministro de agua suficiente para sus necesidades, hasta aquí todos conformes, aunque queda mucho por hablar en cuanto al ahorro y las pérdidas de la obsoleta red de distribución de esta ciudad.

Sin embargo, para lograr esto algunos defienden la construcción de una enorme presa que sepulte bajo las aguas casi 300 hectáreas de un espacio natural protegido, haciendo desaparecer uno de los últimos ríos en estado natural de la región, el río Almonte, hogar de varias especies protegidas.

Evidentemente el proyecto da solución al problema de abastecimiento, pero a costa de perder para siempre una parte importante de la naturaleza extremeña. Ante esta disyuntiva, muchos extremeños y las ONG que los representan, hacen ver que existen otras alternativas que quizá podrían satisfacer la necesidad de Cáceres, sin provocar el desastre ambiental de la presa.

El Ministerio de Medio Ambiente, valora estas alternativas junto con el proyecto de la presa y llega a la conclusión de que se puede satisfacer suficientemente la necesidad de agua de Cáceres, sin tener que deteriorar gravemente el medio ambiente.

Al final, Cáceres se podrá abastecer de un sistema interconectado de cuatro embalses (Gabriel y Galán, Valdeobispo, Portaje y Guadiloba), que suman una capacidad máxima de más de 1.000 hectómetros cúbicos; todo por un precio, 61 millones de euros, seguramente inferior al que costaría la nueva presa del Almonte, en su día presupuestada (muy a la baja) en 55 millones de euros, sin contar las obligatorias y millonarias medidas compensatorias del descalabro ambiental que habría supuesto.

Aparentemente, la solución de este proceso ha logrado compaginar desarrollo con conservación el medio ambiente. Sin embargo, algunos continúan defendiendo a capa y espada la destrucción de parte de la naturaleza extremeña para abastecer de agua a Cáceres. Y lo hacen precisamente, argumentando que será más barato, algo que aparte de ser muy discutible, evidencia un absoluto desprecio por el medio ambiente de Extremadura, que para ellos no parece valer nada.

Desde aquí, yo les pido que recapaciten, que asuman su responsabilidad en la conservación del medio ambiente de nuestra región y trabajen para alcanzar un adecuado desarrollo económico y social, preservando los hábitats y la biodiversidad de Extremadura, tal y como nos exige nuestra Ley de Protección de la Naturaleza.