Juan Guerrero, uno de los fotógrafos más famosos de la ciudad, se quedó de piedra cuando los novios a los que tenía que realizar el reportaje aparecieron en la iglesia de Santiago con trajes medievales para contraer matrimonio. Esta es una de las innumerables anécdotas que han rodeado a las bodas de Cáceres y que cuentan para este periódico seis conocidos cacereños. El propio Guerrero nunca olvidará a aquella novia que, arrepentida de su amor, no se presentó en la parroquia. "Días después me la encontré por la calle y le dije: ¡Hija mía, te lo podrías haber pensado antes!", relata todavía con asombro.

Felisa Rodríguez, cantante cacereña que ha recorrido mil escenarios, tampoco quedó impasible cuando en una boda en La Montaña, la amante del novio se presentó con el hijo de ambos en mitad de la ceremonia.

SIEMPRE A LA MODA

El vestido de la novia es, seguramente, el secreto mejor guardado de una desposada. Leo Bernáldez, uno de los modistos cacereños más prestigiosos del Cáceres de los 70, destapa el misterio. Sus diseños, siempre alejados de un minimalismo que detesta, se impusieron. Minifaldas y colores vivos llegaron a los altares de la ciudad. Creador de los trajes de novias de las grandes familias cacereñas, y perfeccionista como el que más, en su agenda se guarda miles de detalles que no cuenta por discreción.

El lado más nostálgico lo ponen Antonio Alvarez y Julián López. El primero pertenece a una familia dedicada al negocio de la hostelería. Fundador del Complejo Alvarez, Antonio se remonta a los años 30 y ofrece la visión de las bodas de la época. Julián recuerda los comienzos del Horno de San Fernando, en el Arco de España, donde se prepararon las mejores tartas nupciales para aquellos inolvidables banquetes de La Rosa y La Caseta.

Y como en toda ceremonia, el cura no debe faltar. José Reveriego abre las puertas de su memoria y retrata, con humor, lo que algunos sufren por amor.