Entre la multitud de encuentros, comidas, cenas y reuniones que anteceden a cualquier acontecimiento en un partido, han trascendido las reuniones que lleva a cabo en el PSOE el denominado grupo de Federico con el objeto de presentar a Emilia Guijarro como alternativa a Carmen Heras. No creo que, si llegara a consumarse, sorprendiera a nadie, pues no era necesario ser un adivino para prever que tras la postergación, e incluso vejación, que sufrieron en anteriores congresos reagruparían sus fuerzas e intentarían hacerse con una cuota de poder significativa.

Porque la presidencia de la agrupación de Cáceres sería una bandera que exhibir orgullosamente a la que probablemente se unirían otras. Cuentan además con el natural desgaste de Heras, que se multiplicó tras la presentación de la lista municipal y ahora es víctima de críticas por su gestión. Porque si durante cuatro años han echado sapos y culebras por la inanidad del grupo socialista en la corporación anterior, ahora se critica al actual justamente por lo contrario. También pueden ser de la partida quienes se creen preteridos, olvidados y no gozan de alguna prebenda.

Es público que Carmen es la persona designada por la mano divina para ocupar la presidencia de Cáceres como ariete de un proyecto político que tiene su objetivo en la consecución de la alcaldía. Esta nominación hace que la candidatura de Emilia pueda tener otras lecturas. ¿Qué se persigue al oponerse a los designios divinos?. Habiendo en el grupo gentes tan listas y con tanta experiencia política debe descartarse que se trate de una pataleta. Gozando algunos de ellos de cargos de libre designación cabe pensar que están calculados los riesgos, pues casi nadie se juega una prebenda gratuitamente.

Quizás han interiorizado la impresión de que sus días en cargo público estén contados y que el actual es el último cargo de relieve del que gozan pues acaso tengan indicios de que quien los puso parece dispuesto a quitarlos y por lo tanto se trataría de un último intento de alcanzar un poder tras el que resguardarse y hacerse fuertes.

Además pueden pensar que la oposición a Ibarra les podría dar frutos. Porque, aunque no trascienda en los órganos oficiales, pues no todo el mundo tiene vocación de héroe o de mártir, ni ellos mismos, suponen que la contestación a la manera de llevar el partido de Ibarra es mayor de lo que se cree. De manera que a la vez que satisfacen sus deseos de poder, incluso de venganza, se presentan como los únicos que no dicen amén y esperan capitalizar el descontento al ofrecer una vía al militante para que pueda manifestar su desasosiego.

Quizás sea demasiado tarde para hacer tales alardes.

Eso tiene valor si se hace cuando uno es el protegido, no cuando cae en desgracia.

Nada ha trascendido de los programas políticos, pues ya se sabe que este tipo de enfrentamientos no conlleva proclamas al respecto mas allá de las consabidas frases hechas de por el bien de la agrupación local, para regenerar el partido y otras ambigüedades que lo justifican todo pero que no explican nada.

Quizás no sea necesario hablar de programas pues parece difícil que a estas alturas exista alguien que no sepa cómo funcionarían la local y el partido con la vuelta del grupo que tanto tiempo dirigió el partido.

Por su parte Heras puede presentar unos resultados electorales mejor de los augurados y ha tenido un caballo de troya en su ejecutiva por lo que aún está pendiente la integración de todas las corrientes y hacer desaparecer lo que es connatural con esta agrupación: su inestabilidad. Los insultos y descalificaciones están a la orden del día. Pero, ¿alguien puede garantizar que con una o dos listas, con una u otra ganadora, o incluso con un tercer nombre de consenso, llegue la paz? No. Porque aquí se juega algo más que la agrupación local.