La veterana Cía Noviembre, experta en obras de Wiliam Shakespeare, con su quinto montaje de dicho autor inglés, bajo la dirección del que creó y dirigió la Joven Cía Nacional de T. Clásico, Eduardo Vasco, ha sabido actualizar una tortuosa historia de la Inglaterra medieval con la Guerra de las dos Rosas a una época más actual y con proyección universal, pues del bardo inglés siempre se aprende algo al tocar eternas pasiones humanas, como la ambición desmedida de poder, ante la que no hay freno alguno, como le ocurre a Ricardo III. El tiempo histórico da igual, siempre que lo mueva esa desmedida ambición de mandar, ya sea un Hitler o Alejandro Magno.

Este jorobado y contrahecho personaje con escoliosis severa fue un político elocuente, psicópata seductor y cruel asesino, sin moral alguna, maestro de la apariencia, que fue genialmente interpretado por el veterano Arturo Querejeta, con una prodigiosa voz que intimidaba y un alarde de expresión corporal encomiable: ávido de poder fue urdiendo múltiples asesinatos, incluso de niños, hasta ceñirse la corona real ; pero algunos cortesanos huyen y se conjuran hasta derrotarle en la batalla de Bosworth.

La interpretación de los 10 restantes actuantes, fue meritoria, ya que se desdoblan y mueven con una meteórica agilidad , con la ayuda de un variado y rico vestuario de diseño moderno, a cargo de Lorenzo Caprile. Usan una gran variedad de tonos, según sus respectivos y cambiantes personajes: desde un tono chulesco o retador a otro más cortés o incluso amenazante, resaltando así una intensidad emotiva, que te aprisiona el corazón casi todo el tiempo, aunque haya algún punto cómico o irónico, fruto del cinismo del protagonista.

Para resaltar los geniales diálogos shakespirianos, la escenografía es realmente sobria: solo una media docena de baúles, que van cambiando de ubicación y funcionalidad: pasando de servir de féretro, armario ropero, un parapeto a trono regio. Destaca un sencillo y movible piano en el que tocan diversos músicos para acentuar el presagio de los varios momentos fatales o para acompañar alguna honra fúnebre y también para armonizar algunos cantos que prodigan los diez actores bien alineados y en primer plano: “este mundo está del revés, ponen la cabeza donde deben estar los pies”, repiten una y otra vez, a modo de impactante ritornelo.

En una noche tormentosa nos atrapó esta no menos tormentosa corte que nos tuvo en vilo, gracias a la admirable palabra del bardo inglés bien interpretada, sobriamente montada y actualizada cuidadosamente por unos muy expertos actuantes, a los que el complacido público les rindió una cálida ovación final.