La Virgen de la Montaña es una virgen muy rara... Tan rara como la ciudad feliz . La Virgen de la Montaña no se le apareció a ningún pastor ni a ningún labrador. No se encontró sobre una peña ni se descubrió al cortar ninguna encina. En su entorno no había ningún moro ni tampoco ayudó a los cristianos en batalla alguna.

La Virgen de la Montaña es una patrona urbana y casi cartesiana. Todo a su alrededor parece demasiado racional y lógico. La imagen la trajo un señor de Casas de Millán hacia el año 1600. La había comprado en Andalucía y su única pretensión era recaudar limosnas en Cáceres para erigirle una capilla en la sierra de la Mosca.

Es decir, que la ermita no está enclavada, como sucede con otras vírgenes, en el lugar donde se apareció, sino en el punto dominante que creyó más conveniente aquel señor de Casas de Millán, que por cierto se llamaba Francisco Paniagua. Al principio, la llamó Nuestra Señora de la Encarnación y de Montserrat, por el parecido del paisaje con el de la famosa montaña catalana. Luego se castellanizó el nombre y pasó a llamarse de la Montaña.

Comprada en Sevilla

Es decir: mientras que la mayoría de las vírgenes extremeñas responden a una sucesión de milagros y prodigios que ni la propia iglesia ha acabado nunca de santificar, la de la Montaña no tiene ningún origen rural-fantástico, sino antecedentes fríos, históricos y demostrables: se compró en Sevilla y se trajo a Cáceres, sin apariciones de por medio.

A los cacereños, esta falta de mixtificaciones miríficas en el origen de su patrona no les preocupa mucho. Es más, les congratula porque en la ciudad feliz nunca han gustado demasiado las alharacas ni las histerias.

Eso sí, mientras en Alburquerque, Garrovillas o Coria, los vecinos van a ver a sus vírgenes de Carrión, Altagracia y Argeme, respectivamente, una vez al año y la patrona baja a los pueblos más o menos cada lustro, los cacereños son algo más comodones y es la Virgen de la Montaña quien desciende desde su santuario todos los años para facilitar las visitas.

Quizás sea este poso de cierta racionalidad, dentro de lo que cabe, lo que ha convertido a la Virgen de la Montaña en un símbolo interclasista, multicultural y multipartidista. Porque, en efecto, la patrona de Cáceres parece estar por encima de diferencias ideológicas y hasta en los tiempos históricos más trufados de anticlericalismo, la propia izquierda local la defendió.

En un reciente Foro Cofrade celebrado en el palacio de la Isla, el veterano periodista y sabio cacereño, Fernando García Morales, contaba cómo durante la II República, el alcalde socialista Canales acudía a los actos en honor de la Virgen aunque coincidieran con asambleas políticas de su partido. Incluso llegó a entregársele un carné honorífico del PSOE dando a entender que la patrona estaba por encima de anticlericalismos y radicalismos.

Ese hipotético carné no se conserva, pero bien cierto es que cuando la Virgen de la Montaña desapareció hace unos meses de la medalla oficial de la ciudad, fueron los socialistas los primeros en poner el grito en el cielo. E incluso en los tiempos de Franco, la primera revuelta popular que se dio en Cáceres no fue una huelga de campesinos, labradores ni tranviarios, sino un levantamiento de la calle Caleros porque la Virgen iba a dar de lado a esa calle para circular por la avenida de la Montaña.

El miércoles, la patrona vuelve a bajar a la ciudad feliz y el alcalde le entregará el bastón de mando en Fuente Concejo. Cerca de allí, se realizan las obras de Mira al Río, que no han alterado demasiado el pulso del equipo de gobierno hasta que repararon en que influirían en el recorrido de la Virgen. Y es que la Montaña no ayudó a vencer a moros ni a portugueses, pero quita y pone alcaldes con una facilidad pasmosa.