Calixto Bieito estrenó anoche en Mérida Los persas. Réquiem por un soldado , un estreno mundial que es el primero de este afamado director en España en los últimos tres años.

--Llevaba tres años sin estrenar en España. ¿Por qué ahora y por qué con esta obra?

--No lo sé. Visité Mérida, el teatro romano, y Los Persas era una obra que tenía en la cabeza desde hace tiempo, todo el mundo me animó mucho, tenía muy claro lo que quería hacer... y no lo pensé mucho más.

--¿Ha sido complicado adaptar esa idea de Los Persas que tenía en la cabeza al escenario del teatro romano?

--Nada, ha sido fantástico, porque al tener un espacio donde las piedras explican tanto, unas piedras que han visto infinidad de guerras, que han compartido con el hombre muchos siglos... se trataba de intervenir para crear una instalación, no un decorado, para añadir energía a las piedras. Es un sitio con magia.

--¿Que se va a encontrar el público que vaya a ver este espectáculo?

--Espero que un réquiem muy emocional, un lamento por los soldados y por las víctimas civiles... un poco lo que es la obra de Los persas , un gran lamento. Y sobre todo un espectáculo que impacta, que sacude, que conmueve y emociona.

--¿Y que haga pensar?

--Eso después, no durante el espectáculo. Que comenten y hablen de lo que han visto. Pero no durante la obra, porque me gusta el teatro muy directo al estómago, a la emoción.

--El texto original de Esquilo es muy breve. ¿Ha sido muy difícil adaptarlo?

--En realidad lo hemos reescrito. Más que el espíritu original he intentado mantener los temas. El sueño, la fatalidad, el presagio, el miedo anterior a las misiones, la enumeración de las víctimas, de los que van y de los que no vuelven...

--Devolver el nombre a los muertos, como hacen Esquilo y ahora usted, ¿es devolverles la dignidad?

--Quizás es un homenaje, y también provocar que la gente se pregunte por qué hay que mandar a nuestras gentes allí. No es una obra reivindicativa, aunque está clara mi posición. No soy un experto en política exterior, pero me parece que cualquier intervención militar genera mucho dolor, en las víctimas y en los que van. Poniéndoles nombre parece que los muertos son más muertos.

--¿También han conservado ese espíritu del original en el que los que pierden la batalla no asumen su propia culpa?

--La fatalidad está, y además aquí no hay dioses, con lo que es peor. Es una fatalidad provocada por las propias personas que han ido allí, porque si llevan armas la van a utilizar.

--¿Por qué ha decidido convertir a Jerjes en una mujer?

--Primero porque tenía muchas ganas de trabajar con Natalia Dicenta. Y también porque provoca una contradicción mucho más fuerte. Las mujeres son las que dan a luz y ahora van a esos conflictos... Me parecía muy interesante el punto de vista de una mujer.

--¿Se equivocará el espectador que piense que ha visto una obra política?

--Creo que no es una obra política, pero uno puede escoger con lo que se puede quedar. Mi acento no está puesto ahí, tiene un subtítulo muy claro: Réquiem por un soldado. Es una misa de difuntos. Lo que puede poner en duda es si en el siglo XXI tiene sentido ir a morir por una bandera cuando realmente los que te envían a morir tampoco se lo creen.

--Si no es un texto político, ¿de qué habla este espectáculo?

--Es una obra mucho más humana, habla del dolor. De una contradicción, la del soldado al que le gusta su oficio y contempla un campo de muertos, de niños bombardeados. Entonces se pregunta qué hace ahí.

--Al reflexionar sobre este asunto, ¿ha cambiado en algo la visión apriorística que tenía sobre la guerra?

--Sería estúpido negar el noble arte del ejército durante siglos. Lo que pasa es que las guerras corrompen a las personas, y lo que es un noble arte se convierte en una miseria.