Suele decirse que la última película presentada a competición en un festival de cine parte con desventaja, pero quizá sea hora de ir replanteándose esa teoría. Porque si, hace tan solo unos meses, el jurado de Cannes esperó hasta ver Entre los muros para otorgar la Palma de Oro, el de la 65 Mostra de Venecia, presidido por Wim Wenders, ha hecho tres cuartos de lo mismo al decidir qué película merecía el León de Oro. La diferencia es que, mientras la radiografía escolar del francés Laurent Cantet era una ganadora incontestable, es difícil no percibir el premio gordo a The Wrestler , de Darren Aronofsky, como una decisión salomónica.

Tratar de adivinar los motivos del jurado es de por sí un atrevimiento, pero quizá tenga que ver con el hecho de que, aunque pocas virtudes verdaderas se le detectan a este retrato de una leyenda de la lucha libre en el ocaso --a excepción, claro, de la interpretación de Mickey Rourke, tan brillante como desoladora--, tampoco pueden ponérsele grandes pegas. De pocas de sus rivales puede decirse lo mismo.

Eso dice mucho del nivel artístico del segundo certamen de cine más importante este año, y también en ese sentido pueden sacarse lecturas de la decisión de Wenders y compañía. Destacando sobre el resto a la película más accesible y convencional, también han castigado los criterios seguidos por los programadores, que han optado por una colección de títulos de línea dura, obras que exigen mucho del espectador pero que, eso es lo malo, pero no lo recompensan.

La teoría punitiva cobra peso gracias a los premios interpretativos: tanto el de Mejor Actor, otorgado al sólido trabajo de Silvio Orlando en Il papà de Giovanna, en la piel de un padre coraje, como el de Mejor Actriz, concedido a la francesa Dominique Blanc por su interpretación en L´autre de una mujer azotada por la soledad y los celos, son decisiones obvias. Ambos acarrean todo el peso de sus respectivas películas. En realidad lo justo habría sido premiar a Rourke, pero The Wrestler ya tiene suficiente recompensa. Es cierto, por otra parte, que el Premio Especial del Jurado ha ido a parar a la etíope Teza , película definitivamente espesa que en la mayor parte del mundo ni será estrenada y cuya distribución probablemente acabe reducida al circuito de las filmotecas. Además, ese galardón --el segundo en importancia del palmarés--, tradicionalmente ya se dedica a obras consideradas radicales a nivel formal o narrativo. Y, en eso, a Teza no la ha ganado nadie.

Probablemente, el palmarés no sea el mejor posible --o tal vez sí, eso nunca se sabe--, pero difícilmente vaya alguien a sentirse indignado a causa de él. Además, seamos optimistas, su falta de sintonía con las decisiones previas del certamen puede hacer recapacitar a su director, Marco Müller, renovado en su cargo hasta 2011.