Puede perder el Mundial alguien que, de 16 grandes premios, gana 10? Puede, sí, puede. ¿Puede perder el título alguien a quien su máximo rival, Nico Terol, califica de "grandísimo piloto"? Puede, sí, puede. ¿Puede perder su primer cetro alguien a quien el mismísimo Valentino Rossi, juzga como "prodigioso"? Puede, sí, ¡vaya si puede!

Todo fue fruto de un fin de semana de perros, de lobos, de zorros. Llovió el viernes, llovió el sábado y el domingo, como no, amenazaba lluvia, otro diluvio. Y ruleta, casino. Y loteria. Y, encima, la carrera de 125cc era la última, tal vez para compararla con la categoría reina.

Y es que los muchachos se comportaron como auténticos jabatos. Márquez parecía tenerlo todo controlado, incluso partiendo desde la tercera línea de salida. Pero, cuando se celebraba la octava vuelta, empezó a chispear. Y pararon la carrera. Media hora después, ya sin chirimiri , pero con la pista aún húmeda, reemprendieron la marcha.

CAIDA CASI FATIDICA Y, en ese regreso, se masticó la tragedia, la injusticia. El niño erró, de nuevo, como ocurrió en Indianápolis donde se cayó dos veces, ¡dos veces!, cuando dominaba a placer el GP. Esta vez fue peor, mucho peor. Se cayó camino de la parrilla, de la nueva formación de salida. Pero se cayó a lo campeón: se agarró a la moto y no la soltó. "Estaba calentando bien los neumáticos y no ví que en la última curva, antes de llegar a la parrilla de formación, había un charquito, inapreciable, pero estaba, sí", reconoció Márquez. No soltó su Derbi, se revolcó por la arena agarrada a ella, cual gladiador y regresó a los boxes como pudo, con el carenado colgando, el tubo de escape roto y la maneta del freno delantero bailando, medio suelta, sí.

Sus mecánicos reconstruyeron la Derbi en solo dos minutos. Marc salió disparado hacia la parrilla y se puso en la cola. Y se apagó el semáforo y, en la primera curva, ya era sexto. Y, en la segunda curva, se abrió por fuera ("¡lo veis! ¡lo veis! como se puede pasar por fuera", gritaba Jorge Lorenzo ante el televisor) y ya era tercero, casi sin moto.

Su jefe, Emilio Alzamora, se temía lo peor. Y le sacó la pizarra con el "Márquez P3 OK". Quédate ahí, ya lo resolveremos en Valencia, pensaba el excampeón. Tras tanto sufrimiento, el podio sabía a gloria. Pero Márquez estaba lanzado. Y apretó los dientes.

"Ya no pensé en mi error, pensé en ganar, en arreglar aquella tremenda pifia. Había salido de cine así que ¡a por todas!". Y apretó los dientes y superó a Bradley Smith, compañero de equipo de Nico Terol, al que trataba de echar una mano. Y Márquez se quedó pegadito a Terol. Se pasaron hasta cuatro veces. Y Márquez ganó. Y Terol fue segundo. Queda Valencia. La traca.

GRAN LORENZO Bella manera de resurgir. Mejor victoria, imposible. Mejor fin de semana, impensable. Mejor serie, inalcanzable: tres visitas a Estoril, tres poles y tres victorias. Jorge Lorenzo, ya campeón, relajado, vestido de astronauta, caminando sobre la ceniza de la Tierra, aunque parecía la Luna, logró su octavo triunfo de la temporada.

Y lo hizo derrotando a Valentino Rossi. Y lo logró, superándole en la frenada de final de meta. Y lo consiguió después de vivir seis grandes premios manejando su calculadora para poder coronarse rey de la máxima cilindrada. Y, como no tenía suficiente con esa celebración, va y suma para el motociclismo español el podio número 1.000.

Como Lorenzo oyó decir por ahí, por el paddock , que había bajado la guardia, que estaba ya de vacaciones, que solo pensaba en celebrar el título, llegó a Estoril y decidió marcar territorio de nuevo. Y lo hizo en el peor gran premio de la temporada: entrenamientos bajo la lluvia y carrera en seco. Había que ser muy valiente para arriesgar sin saber qué había delante ni cómo estaba la moto. "Pusimos lo mismo del año pasado y palante. Fue cosa de apretar los dientes y ganar. No había otra".

"Tenía, sí, ganas de volver a ganar. ¿A Rossi?, no, no, de volver a ganar carreras y este, Estoril, es uno de mis circuitos favoritos", reconoció.