Hace justamente cinco años y tres días, José Carlos Romero, ‘Checa’, me respondía con claridad ante una noticia que dábamos en este diario: “no; no me muevo. A mí se me está valorando mucho aquí y me voy a quedar”. En pleno mercado de invierno, y con suculentas ofertas del Alavés y Cartagena sobre la mesa, el futbolista entonces del Cacereño había acumulado más de una temporada consecutiva en un equipo, algo que no había sucedido en su ya por entonces larguísima carrera. La ciudad extremeña, en fin, le había dado a él y a su pareja la estabilidad necesaria, y él era uno más. Pasado el tiempo, el dinero de Murcia le terminó por convencer, a la par que el aprendizaje del inglés, contaba. Su marcha fue lógica.

Checa es un tío sencillo, una persona dicharachera, al que le encantaba que su familia le viera en la portada de El Periódico Extremadura. “Mira, mi madre está feliz hoy”, decía con esa gracia tan suya, que le ha hecho ganar tantos amigos en Cáceres. Ahora vuelve a Extremadura (el pasado año se estuvo negociando su vuelta al Cacereño cuando se lesionó Mansilla, antes de los playoff de ascenso, pero su club de origen no le dejó marchar), a menos de 70 kilómetros de donde su carrera se reimpulsó. Disfrute y compromiso asegurados.

Con 34 años, una de sus características ha sido la de la ausencia de lesiones. Estuvo varios años sin perderse un solo entrenamiento, aunque sí algún partido, pero por sanción. Duro como una roca, contundente, puede ser centrocampista o defensa. Por encima de todo es Checa, un fichajazo para el Mérida, un jugador que no ha sido de Primera, él mismo lo asume, porque en sus primeros años futbolísticos no se tomó este oficio en serio.