El Real Madrid extendió su fiabilidad en finales europeas, guiado por una exhibición futbolística de Isco para tumbar a un luchador Manchester United en la final de la Supercopa de Europa (2-1), en la conquista del primer título en el inicio de un duro camino al soñado sextete.

La transformación del Real Madrid, el mayor devorador de títulos del mundo, en cuanto se le presentó el primero de los seis que tiene a tiro esta temporada, dejó en el olvido las malas sensaciones de pretemporada. Su carácter ganador reapareció en Skopje para someter al Manchester United a un fútbol del que se proclama abanderado Isco Alarcón. Sin Cristiano Ronaldo de inicio hubo un nuevo líder.

En Skopje se jugó a lo que quiso Isco. Mientras el Manchester United apostaba al músculo y la dureza, el mago andaluz bailaba con el balón en cualquier lugar del campo. Omnipresente para invitar a sus compañeros a asociarse siempre y rifar la posesión en contadas ocasiones. Su exhibición fue impropia de un mes de agosto y en un clima tan caluroso que invitaba a cualquier cosa menos a jugar al fútbol.

El susto inicial lo calmó el Real Madrid madurando la final. Llegó en el primer minuto con Lukaku rozando el premio a la indecisión entre Keylor Navas y Varane. Con rapidez respondía para evitar que su rival se creyese capaz de tumbar al campeón de Europa. Un centro de Marcelo cayó muerto del cielo y lo remató con la diestra Bale aprovechando el despiste de Pogba para acariciar el gol.

ABRIENDO LA LATA / Casemiro estaba destinado a marcar. Se topó con el travesaño en su primer intento, en córner rematado con la testa a los 16 minutos, buscó la escuadra desde una esquina del área en el segundo y al tercero no perdonó. Antes del gol que abría la final, llegó una jugada que invita a cuestionar el verdadero valor de Pogba, que pecó de individualista en una clara ocasión.

No falló luego Casemiro al encontrar el pase perfecto de Carvajal para castigar a un Manchester que se quedaba sin soluciones. De zurdazo cruzado superaba a De Gea y rompía la final.

Solo los errores propios resucitarían a un equipo que estaba en la lona y sin capacidad de respuesta. Kroos no había fallado un pase hasta que de golpe perdió su fiabilidad en un error en la salida de balón que pudo costar caro. Unido a un gesto evitable de Carvajal dieron un impulso inesperado al United.

Si algo tiene un equipo inglés como el Manchester United es un espíritu de lucha que le llevó a firmar milagros. En la reanudación lo mostraría cuando Mourinho incluso aumentó el músculo con Fellaini por Ander.

Pero la gloria estaba reservada para Isco. La merecía. En un palmo encaró rivales, inventó una pared con Bale y definió bien ante De Gea, esperando el tiempo justo para ver por donde se decantaba en su salida su compañero de selección. Era el segundo tanto y la final, pensaban algunos, quedaría sentenciada.

Fue cuando tiró de orgullo el Manchester United y con corazón resucitó el duelo. Pogba falló con todo para marcar ante Keylor, rematando flojo de cabeza. Inseguro el costarricense dejó un mal despeje a Lukaku que chutaba a las nubes.

La oportunidad de poner el broche la desaprovechó Bale, faltó de confianza con tiempo para pensar el mano a mano ante De Gea, y acabar chutando al larguero a la hora de partido. El que perdona lo paga y tardó dos minutos en llegar el tanto que daría emoción al resto de encuentro. Keylor no supo atajar un disparo seco lejano de Matic. Lukaku fusiló a placer.

El físico del Real Madrid se desplomaba y acabaría aguantando las embestidas del rival, con Keylor resarciéndose de su error sacando una mano salvadora a Rashford en un cara a cara. Cristiano entraba a siete del final más siete de descuento que dejaron una parada de Navas a Fellaini y una acción magistral de Lucas Vázquez que perdonó Asensio.