ETA volvió a utilizar ayer a la isla de Mallorca como altavoz para que sus atentados traspasen fronteras. Tres bombas estallaron a las 14.20, 16.03 y 18.20 horas en tres establecimientos comerciales de Palma. Eran de muy escasa potencia. Causaron daños materiales pero ningún herido, pese a que incluso había gente al menos dentro de dos de los locales en los que los terroristas habían escondido los artefactos. ETA, pues, reapareció apenas 10 días después de que, también en la capital balear, asesinara a dos guardias civiles con un potente explosivo colocado en los bajos de su vehículo. Lo ha hecho esta vez con el rey Juan Carlos en la isla y horas después de hacer público un comunicado en el que la banda asegura que "ETA no quiere imponer ningún proyecto", sino solo una "solución política y dialogada".

Tras el último atentado, el pasado 30 de julio, quedaron varias preguntas sin respuesta. El Ministerio del Interior, como ayer, puso entonces en marcha la operación Jaula para evitar que los terroristas salieran de la isla. El posterior descubrimiento de que habían empleado un sofisticado dispositivo que mezcla un temporizador con un sensor de movimiento llevó a los responsables de la lucha antiterrorista a concluir que tal vez los miembros del comando habían regresado a la Península antes de que hicieran explosión las dos bombas lapa que aquel día atemorizaron a los vecinos de Calvià.

MENSAJE ATROPELLADO La capital balear sufrió un crescendo de tensión que, de forma muy confusa, comenzó a las once de la mañana. Una llamada en nombre de ETA alertó a los bomberos de Palma de la colocación de diversos explosivos. Solo lo dijo una vez --lo habitual es que los terroristas repitan el mensaje-- y, además, no pudo ser grabado desde la centralita de los servicios de extinción. Media hora más tarde, una llamada realizada desde Francia por una mujer a Radio Taxi Guipúzcoa repitió de forma atropellada el comunicado. Los datos eran pocos. La primera bomba explotó a las 14.20 horas con una cincuentena de clientes en el local.

Los mallorquines Miguel Peña y sus hijos Gonzalo y Diego se encontraban en el restaurante La Rigoletta , en Es Portitxol, a 50 metros del mar, cuando explotó el artefacto. Acababan de pedir un aperitivo cuando oyeron el estallido. "Pensamos que era una explosión de gas o algo así. Nos levantamos y vimos que salía humo negro del baño. Poco a poco, sin prisas, todos comenzamos a salir del restaurante y los clientes empezaron a llamar a la policía, pero no le dimos mucha importancia", explicó después Miguel. Le dieron tan poca importancia que decidieron seguir con el almuerzo en el restaurante de delante, el Nassau . "Al cabo de unos 20 o 25 minutos, llegó la policía y desalojó toda la zona de restaurantes. Tuvimos que volver a dejar la comida en la mesa", añade.

La primera explosión, por su escasa entidad, apenas asustó a los veraneantes, pero los agentes intuían ya que se enfrentaban a una tarde movida. Establecieron un amplio perímetro de seguridad, preguntaron a los empleados del local si habían visto entrar a alguien sospechoso y comenzaron a avisar a los trabajadores del puerto Portals para que extremaran la vigilancia.

La segunda explosión fue en otro restaurante, Enco , justo al otro lado del puerto deportivo. La policía fue capaz de encontrarla y de desalojar el establecimiento, pero no de desactivar la bomba. Solo pudo aguardar a que explotara. De nuevo estaba escondida en el lavabo de mujeres. Eran las 16.03 horas.

Dos horas mas tarde estalló el tercer artefacto, esta vez ya en otra zona de la ciudad, en la plaza Mayor, en unas galerías comerciales cerradas. Allí, los agentes, las ambulancias y los bomberos llegaron tarde. "Estaba en la cocina y de repente el suelo tembló", explicó Gaskorn, trabajador de uno de los restaurantes de la plaza. "Ya sabíamos lo que había pasado en el puerto, así que todos nos miramos y salimos corriendo. Al cabo de 15 minutos llegó la policía", relató.

OTROS INCIDENTES A esa hora, el desconcierto en Palma era notable. Habían estallado tres mochilas bomba de ETA y otras circunstancias imprevistas habían complicado los trabajos de la policía, como una fuerte deflagración en un restaurante cerrado --seguramente por una acumulación fortuita de gas-- y el hallazgo en un hotel del centro de una maleta olvidada por un turista, que hizo que la policía desalojara el hotel y la zona.