Extremadura es una de las regiones españolas que dispone de una menor ratio de neurólogos en relación con su cifra de habitantes. En concreto, cuenta con 37 de estos especialistas médicos, que son los encargados de tratar patologías como el alzhéimer, el párkinson o los ictus. Esto supone 3,34 por cada 100.000 personas, por debajo de las recomendaciones europeas en esta materia que, para ese volumen de población se sitúan en cinco facultativos. La extremeña es la quinta cifra más baja entre todas las comunidades autónomas, solo por delante de Andalucía, Castilla y León, Aragón y Cataluña, y queda a la par que Galicia, de acuerdo a la información facilitada por la Sociedad Española de Neurología (SEN), que acaba de presentar el II Plan Estratégico Nacional para el Tratamiento Integral de las Enfermedades Neurológicas (Pentien II). Un documento en el que se «establecen unas recomendaciones para que todos los pacientes sean atendidos de la misma manera con independencia del lugar de España donde vivan», resume Pablo Irimia, vocal de la SEN.

No obstante, la situación es muy diferente entre las dos provincias extremeñas, ya que mientras que en Badajoz hay apenas 2,3 neurólogos por cada 100.000 habitantes, en Cáceres la proporción es más del doble, de 5,07, con lo que se alcanza el óptimo. «La patología neurológica es muy frecuente, genera muchísimas consultas y urgencias hospitalarias, y para este tipo de enfermedades, que son complejas, se necesita un grado de especialización alto para poder solucionarlas. La persona más capacitada para atenderlas es la que ha tenido formación específica», incide Irimia.

La consulta diaria del neurólogo incluye fundamentalmente la atención a pacientes con cefaleas, problemas de memoria, epilepsia o enfermedades como el párkinson o la esclerosis múltiple, una patología crónica que con frecuencia ataca a pacientes jóvenes y que produce una gran discapacidad. En el caso de las urgencias, aclara Irimia, «el grueso del número de ingresos hospitalarios que tenemos en las unidades de neurología son ictus» y, en menor medida, cefaleas o crisis epilépticas.

Se trata muchos de ellos de problema que están «claramente» vinculados al envejecimiento de la población, un factor que «va a hacer que enfermedades como el alzhéimer, el párkinson o el ictus, experimenten un crecimiento en su frecuencia, de forma que el sistema de salud tiene que estar preparado, no solo para atender a la población actual, sino también para establecer los mecanismos para que, conforme esta vaya envejeciendo, los pacientes puedan seguir siendo atendidos», sostiene este vocal de la SEN. «La exigencia de visitas al neurólogo por todas estas patologías va a ser cada vez mayor», remacha

El ictus, un conjunto de enfermedades que afectan a los vasos sanguíneos que suministran la sangre al cerebro, es la segunda causa de mortalidad en España, la primera entre las mujeres, y representa el mayor motivo de incapacidad. Cada año afecta a entre 110.000 y 120.000 personas y uno de cada seis españoles se verá afectado por él a lo largo de su vida. «El ictus requiere de una gran especialización para su tratamiento. También ocurre algo parecido en el caso de las demencias, por ejemplo de la enfermedad de alzhéimer», dice Irimia

URGENCIAS / De acuerdo a los datos de la SEN, en España se atienden aproximadamente 26 millones de urgencias hospitalarias anuales. Un 14% de ellas, más de 3 millones, son neurológicas, lo que sitúa a esta especialidad como la segunda más requerida en los servicios de urgencias. A pesar de ello y de que los casos neurológicos atendidos en estas circunstancias son en su gran mayoría considerados de riesgo vital o de riesgo vital potencial, esta sociedad médica incide en que solo un 23,8% de los hospitales españoles que atienden urgencias médicas disponen de algún modelo de guardia neurológica, proporción que, en el caso de Extremadura, sube hasta el 33%.

«Lo que tendría que existir en las urgencias médicas es que todos los hospitales tuviesen, o bien la atención por un neurólogo, o bien pudiesen contar con su asesoramiento», subraya Irimia. En este sentido, pone como ejemplo «el teleictus», un servicio que funciona «razonablemente bien en muchos lugares de España» y que permite que un especialista asesore telemáticamente en la atención de este tipo de problemas a profesionales que se encuentran en otros centros sanitarios.

En cuanto a las unidades de ictus, únicamente el 20% de los centros hospitalarios españoles con servicio de urgencias disponen de ella, porcentaje que baja hasta el 6,6% si lo que se contabiliza son las unidades de neurocríticos. «Se ha visto que la implantación de unidades de ictus en los hospitales y de los servicios de teleictus han facilitado que la atención sea mucho mejor y hay datos que demuestran que se reducen tanto la mortalidad como la incapacidad que producen este tipo de enfermedades», sostiene Irimia.