Hace un par de semanas, en esta misma ventana, escribía sobre los diferentes estados de ánimo que han padecido/disfrutado los grupos políticos extremeños, sobre todo PP y PSOE, durante esta legislatura y muy especialmente en el último año, una especie de montaña rusa que bien llevaba a la depresión a uno de ellos o, por el contrario, a prácticamente la euforia. Esa tendencia, dispar y hasta podríamos decir que poco racional en algunos casos, marcó el curso político pasado, un tobogán más cercano al sentimentalismo y las sensaciones que en base a una realidad científica.

Les contaba entonces que después de un noviembre 'horribilis', los 'populares' habían terminado el año y comenzado enero con mucha más energía, optimismo y esperanzas renovadas. Se habían vuelto a reencontrar, a llevar la iniciativa y el viento les volvía a soplar de cola. La forma en la que se acogió el discurso de fin de año, el concierto de Woody Allen y las esperanzas de recuperación económica constatadas con los buenos datos de empleo como balance general del 2014 les había otorgado de nuevo la iniciativa.

Venía el PSOE de una segunda parte del 2014 donde el triunfo de las europeas (que interpretaron como la consecuencia de una victoria moral en la moción de censura previa) le había dado mucho aire y, sobre todo, había calmado las críticas internas que venían poniendo a Fernández Vara en el disparadero. De hecho, el secretario general de los socialistas extremeños ya no tuvo oposición en las primarias, que ni se celebraron, cuando de perder las europeas (siempre históricamente las había ganado el PSOE) a día de hoy no sabemos realmente si estaría ocupando su puesto de líder de la oposición. Pero aquello pasó, Vara ganó tiempo y las aguas internas de los socialistas se calmaron... hasta el sábado pasado, donde todo estalló por los aires al conocerse el último barómetro demoscópico. De repente, de nuevo arrecian todos los fantasmas. A falta de cuatro meses, con todos las precauciones que se debe de tener ante una encuesta, y salvo milagro, el PSOE tiene imposible ganar las elecciones en Extremadura. Diez puntos de desventaja son muchos puntos y eso lo sabe cualquier analista político. Y si los socialistas, que nunca han llevado la iniciativa en toda la legislatura, confiaban que solo con el caso 'Canarias' iban a derribar la figura de José Antonio Monago, ahora se han dado cuenta de que estaban muy equivocados. Además, el triunfo (con una gran pérdida de votos) en las europeas, les había cegado porque la gente sabe muy bien cuándo vota y a quién vota. Y entonces ni Monago ni Vara se presentaban a nada.

CAMBIAN LAS TORNAS Así que en las habitualmente prietas filas socialistas se ha vuelto a abrir la tempestad, sobre todo por parte de aquellos, en especial 'la vieja guardia', que desde el primer momento esperan a Vara para ajustarle cuentas por la derrota del 2011, quizá los mismos que lo sacaron a hombres en 2007 por su aplastante victoria ante Floriano. Pero Monago no es Floriano. Lo saben los socialistas, lo sabe el 'ibarrismo', pero sobre todo lo saben los ciudadanos extremeños. Así que en el PSOE se ha abierto la veda esta semana, conscientes de que, salvo milagro, ya como mucho sólo aspiran a no perder por goleada para poder pactar con Podemos o con IU, única solución para volver al poder. Hay muchos puestos de trabajo en juego y cuatro años son ya muchos como para acumular encima otros cuatro más, sobre todo para los que se dedicaron a esto de la política toda la vida y ahora no saben qué hacer fuera de ella. Demasiado. Inconcebible para los que pensaron que esto era suyo para toda la vida.

"Esto con Ibarra no pasaba". "Qué vuelva Ibarra, es el único que nos puede salvar", se escuchaba ya esta semana entre algunos socialistas --o muchos, según se mire comprobando el cargo--. Que ese regreso es una quimera y está fuera de toda realidad es evidente y que esa no sería ninguna solución también, pero sin duda que esa nostalgia representa todo un símbolo de cómo respira a día de hoy el socialismo extremeño. Aunque sea injusto.

Y es que en política pasa muchas veces como en fútbol, que después de una derrota se cuestiona todo y a todos, y más ahora después de los calamitosos resultados de dicha encuesta. Por ejemplo, si Vara le hace mucho caso a sus asesores (le pasó a algunos del PP en su día con Iván Redondo cuando las cosas no iban bien).

Nos referimos en concreto a César Calderón, el 'antiIván Redondo' fichado el pasado año por los socialistas, comunicador político ahora puesto en la picota también por algún sector desde dentro. Que no exista un mensaje claro que visualice la alternativa, que la presentación del programa electoral fuera una notaría (repetición de cuando Vara lo hizo en la de Olivenza por aquello del aforamiento hace unos meses), y sobre todo que se hiciese a 48 horas de la aparición de una encuesta importante que lo iba a eclipsar todo (como así ocurrió, y de qué manera) son algunos de los teóricos errores que se le achacan ahora a Calderón. O que a Vara le pillase tan de sorpresa la intervención de Monago en la primera sesión parlamentaria del año que se tuviera que cambiar rápidamente la intervención prevista de Jorge Amado para que el líder de la oposición se viera obligado a salir al estrado sin haberse preparado absolutamente nada en materia de impuestos, dijera cuatro banalidades en un tema tan importante, y quedara en evidencia a ojos de todos. O que no interviniese el día del debate de Canarias...

Ahora todo se pone en duda. Se suele hacer con un partido que ya no aspira a ganar sino a perder por la mínima para luego poder pactar. Pero el problema para el PSOE es que la gente quiere ganadores, vota a ganadores...