Aún son muchos, más de 37.000 en la última campaña, los cerdos que pasan por las manos de los expertos matarifes para convertirse en protagonistas, a su pesar, de la ancestral costumbre extremeña de la matanza domiciliaria. Sin embargo, el declive de esta tradición es más que evidente, y sólo en los últimos años el número de sacrificios ha caído alrededor de un 42%.

Quizá el ocaso de la matanza se inició en el momento en que dejó de ser una actividad vinculada a la supervivencia de las familias durante el invierno, y se convirtió en un acontecimiento festivo sin más.

Tampoco han ayudado las necesarias normativas que marcan que no se pueden criar animales dentro de los cascos urbanos. Para colmo, los cambios en la disposición de las viviendas son, en muchos casos, incompatibles con la tradición: cada vez son menos las casas que cuentan con un corral donde hacer el sacrificio, un tinajón o similar donde retazar el animal y un doblado donde colgar chorizos, salchichones y morcones hasta que maduren con las heladas, rogando porque no se alunen .

Jerez y Herrera del Duque

Pero, sobre todo, lo que se pierde es la disposición a asumir el cuidado del animal y la incomodidad y suciedad de la matanza, cuando los productos se pueden comprar hoy por hoy en cualquier sitio y época.

La suma de todos esos factores estaría detrás de un declive que, con todo, sigue manteniendo algunas plazas fuertes.

Así, y según la Consejería de Sanidad, las áreas de salud de Badajoz, Llerena y Don Benito-Villanueva se mantienen al frente de los sacrificios domiciliarios.

En el primer caso, la pujanza de la costumbre, que convierte esta zona en la de más matanzas con un cuarto del total, se sostiene, especialmente, en zonas como Jerez de los Caballeros, donde son sacrificados no menos de cinco mil cochinos por año.

Mientras, en el área de Llerena el peso de la tradición se lo reparten Fregenal, Monesterio y la propia Llerena, y en Don Benito-Villanueva, la localidad de Herrera del Duque y Villanueva. En Cáceres, las zonas más activas son las de la propia capital y Plasencia, mientras que en Navalmoral apenas se llega a los 2.000 cerdos y en Coria esta costumbre es prácticamente inexistente.