La ecuación ha cambiado en el Líbano. Mientras el Ejército se prepara para el asalto final a la milicia de 250 yihadistas de Al Fatá al Islam, atrincherada en el campo de refugiados palestino de Nahr al Bared, se esfuma el consenso del que ha disfrutado el Gobierno desde el inicio de la crisis. El gigante militar y principal partido de la oposición, Hizbulá, mostró ayer su rechazo a una operación militar e insto a la solución política.

"El campo de Nahr al Bared y los refugiados palestinos están más allá de la línea roja", dijo su secretario general, Hasán Nasralá en un discurso televisado. Justo en el mismo día en que al menos seis aviones estadounidenses y árabes cargados de armamento llegaron a la capital libanesa para reforzar al Ejército en la que, hasta ayer, parecía inminente ofensiva.

El principal reto del Ejército es evitar una masacre entre los 15.000 civiles que quedan dentro de Nahr al Bared. Los terroristas, cercanos a Al Qaeda, tratan de utilizarlos como escudos humanos y francotiradores de AFAI dispararon ayer a varias personas que intentaban irse, según varios testigos.

Mientras, en Gaza, tres activistas de Hamás murieron en otro día de violencia en Gaza. La aviación hebrea bombardeó varias posiciones de Hamás, entre ellas un puesto de vigilancia junto a la casa del primer ministro palestino, Ismail Haniya, aunque el Ejército insistió en que la residencia del dirigente "no era el objetivo".