Jornadas de sol a sol por míseros sueldos, palizas para atajar las protestas, un colchón como única pertenencia y una cotidianeidad dramática, casi bárbara, con todas las necesidades básicas por cubrir. Es la radiografía que ha hecho la oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF) de la situación en la que viven los inmigrantes, la mayoría sin documentos, que trabajan en el sector de la agricultura en el sur de Italia. Precisamente, el hecho de que sea el corazón de Europa, y no un país subdesarrollado, el que alberga y permite esta situación eleva el nivel de drama.

Atravesar las zonas agrícolas de sur del país en época de cosechas, es decir desde mayo hasta marzo, es como traspasar la barrera que separa el primer mundo del tercero. Las conclusiones del estudio Una estación en el infierno , que se complementa con un documental, dibujan el perfil de los temporeros sin papeles .

El informe se basa en el testimonio de más de 600 inmigrantes. El 72% no posee un permiso de residencia y nueve de cada diez trabajan en negro. Y están mal pagados: un sueldo medio no supera los 350 euros al mes, a los que hay que restar el impuesto de hasta cinco euros mensuales que pagan a los intermediarios para poder trabajar.

"Se levantan a las cuatro de la madrugada y trabajan hasta la puesta del sol, unas diez horas diarias sin pausas, y son molidos a palos si protestan", explicó Antonio Virgilio, responsable de MSF en Italia.

La falta de higiene y las duras condiciones de trabajo producen una proliferación de enfermedades. Así, resulta que el 10% sufre de dolencias epidérmicas por haberse expuesto a pesticidas sin guantes. La prolongada duración del horario laboral y los duros esfuerzos corporales les provocan daños en el sistema óseo y en el muscular al 22%, lo que a falta de curas adecuadas se transforma en patologías crónicas, como hernias y artrosis. Otros sufren problemas respiratorios (11%), e incluso hay casos de enfermedades virulentas como la tuberculosis. "La mayoría --añade Virgilio-- enfermó después de su llegada a Italia".

Al duro trabajo se suman las malas condiciones de vida. Indignas, infrahumanas. El 69% vive sin agua corriente, el 64% sin agua, el 92% sin calefacción y el 56% lo único que posee es un colchón para pasar la noche. Sea invierno o verano. Y luego, la discriminación. "Los alcaldes, las fuerzas de seguridad, las asociaciones agrícolas y los ministerios: todos saben lo que acontece en el sur de Italia, pero nada cambia", denuncia Francesca Faraglia, miembro de MSF.