El martes por la noche el presidente Barack Obama había programado una batería de entrevistas en la ABC, la CBS, la NBC, la CNN y la Fox para vender su plan de recuperación económica. En cambio, tuvo que lidiar con preguntas sobre la renuncia de Tom Daschle, su elegido para secretario de Sanidad y asesor de la reforma sanitaria de la Casa Blanca, por no haber pagado 116.000 euros en impuestos. La renuncia de Daschle es el primer gran golpe político que sufre un Obama que en sus entrevistas optó por algo inédito en los últimos ocho años: admitir que se equivocó.

"Creo que fue un error. La fastidié, y asumo la responsabilidad", dijo el presidente, quien presentó la renuncia de Daschle como un ejemplo de la era de la responsabilidad que abandera. "Es importante dejar claro que no hay dos tipos de reglas, uno para la gente corriente y otro para las personalidades", dijo.

El hecho de que el mea culpa de Obama fue bien recibido en los medios no oculta que el caso Daschle es un duro golpe. El de Daschle es el tercer caso de miembros del equipo de Obama con problemas con Hacienda, siendo el más destacado el del secretario del Tesoro, Tim Geithner, que fue confirmado por el Senado y ejerce su cargo pese a que cometió el "error" de no pagar unos 30.000 euros al fisco.

´DAÑO COLATERAL´ Ha sido la acumulación de irregularidades en la Administración que pretende ser la más transparente y limpia de la historia la que ha acabado descabalgando a Daschle, lo cual conlleva el daño colateral de golpear uno de los pilares del programa de Obama: la imprescindible reforma del sistema sanitario. Daschle aportaba al presidente conocimiento del sector sanitario y de los vericuetos del Capitolio.

Por eso, el mismo lunes el propio Obama decía que Daschle era su elegido, lo cual abre dos pantanosos territorios políticos para el presidente: que si Daschle no hubiera dimitido hubiese continuado en su cargo, poniendo en duda la sinceridad de la "era de la responsabilidad"; y que la Administración no tiene un plan B . Ayer, en Washington, sonaba con fuerza el nombre de Howard Dean, demócrata mucho más controvertido que Das- chle entre los republicanos.