Cadáveres irreconocibles reducidos a cenizas y huesos. Pasajeros atrapados llamando por teléfono móvil a sus familiares para pedir desesperadamente auxilio segundos antes de morir. Vagones de metro convertidos en un amasijo de hierros retorcidos por las altas temperaturas. Todo este infierno sucedió ayer alrededor de las 10.00 de la mañana (hora local) en la ciudad surcoreana de Daegu, una de las sedes de la última Copa del Mundo de Fútbol, a 200 kilómetros al sur de Seúl. Un individuo con las facultades mentales perturbadas prendió fuego a un convoy de metro en una céntrica estación, provocando la muerte a más de 120 pasajeros.

Kim Dae-hwan, un taxista de 56 años convaleciente de un derrame cerebral que le había dejado una parte de su cuerpo paralizada, penetró en el convoy en plena hora punta, cuando los habitantes de la cuarta ciudad surcoreana en número de habitantes iban hacia sus puestos de trabajo. Vestido con chándal y con dos botellas de leche llenas de líquido inflamable, hizo un primer intento de prenderles fuego.

FORCEJEO CON PASAJEROS

El forcejeo que se produjo con algunos pasajeros inmediatamente después no impidió que el perturbado lograra su propósito. Derramó el líquido inflamable sobre los asientos, le prendió fuego con su mechero y se marchó del vagón con las ropas ardiendo.

Las llamas provocaron un infierno en pocos segundos en unos vagones repletos de pasajeros. "Si se enciende un líquido inflamable en el interior de un espacio cerrado, lo que resulta es algo muy parecido a una explosión", explicó Lee Hyong-kyun, miembro de los equipos de rescate. Un denso humo tóxico se expandió por la estación de Joongang, mientras el incendio se propagó a otro convoy que entraba en la estación en dirección contraria. El pánico se apoderó de los pasajeros de ambos trenes.

"Papá, ayúdame; la puerta no se puede abrir", sollozaba, a través de su teléfono móvil, Lee Mi-Young, de 19 años, antes de que se cortara la comunicación. "Ayúdame; hay fuego en el metro; la puerta está cerrada", gritaba una mujer a su esposo, también a través del teléfono.

Los pasajeros que se encontraban en los extremos de los vagones fueron los más afortunados, ya que estaban cerca del espacio entre vagón y vagón. Los que se apiñaban en el centro no tuvieron oportunidad de escapar.

Las tareas de rescate se vieron dificultadas por el denso humo. Los empleados del metro de Daegu no se enteraron del incendio hasta 10 minutos después de producirse, lo que amplificó las dimensiones de la tragedia, ya que dio tiempo a un segundo convoy a entrar en la estación.

Cuando los bomberos intentaban apagar el siniestro, las autoridades cortaron el acceso al centro de Daegu. Los familiares de los pasajeros esperaban conocer detalles de lo que sucedía. Poco quedaba por rescatar tras un incendio que duró tres horas. "Todavía hay cadáveres dentro, pero de ellos ya no hay más que cenizas y huesos; ¿Cómo vamos a identificarlos", se preguntó un bombero.