-La semana pasada ocupaba esta misma tribuna el director de cine Rodrigo Luxon que les lanza esta pregunta: ‘¿Qué es más fácil, pedir permiso o pedir perdón?, que fue lo que le preguntaron a una modelo en una gala de Miss Colombia y ella respondía: Ahh, siiii, noo, Diossss’...

-Juanjo: Pedir permiso.

-Joserra: Para mí es mucho más fácil pedir perdón, suelo reconocer mis defectos, pero pedir permiso, cuesta.

-Describan el lugar donde nacieron...

-Joserra: Badajoz capital. Siempre he dicho que soy urbanita, aunque a veces me siento acomplejado porque de ciudad sé mucho, pero de campo sé muy poco.

-Juanjo: Calamonte. Allí me crié hasta que a los 27 años me vine a Badajoz. Me gusta la cercanía de la gente, de la familia y de la naturaleza. Si tengo algo de estrés me voy al pueblo y se me quita todo de golpe.

-¿Qué significó ser niño?

-Juanjo: Todo. Estoy continuamente bebiendo de aquellos posos. Tuve una infancia muy feliz. Fue juego, lo que sigo haciendo hoy porque cuando llegamos a cierta edad tenemos algunos pudores y nos cuesta soltarnos, pero hay que ser niño siempre.

-Joserra: Yo intento ser niño ahora porque siempre fui un niño muy adulto, bastante solitario aunque muy feliz.

-¿Cómo llega el momento en que deciden dedicarse a ser actores?

-Joserra: Lo traigo un poco de tradición familiar. Un primo hermano de mi padre era el gran actor Rafael Alonso. Pasé temporadas con él y a mí me gustaba cantar, bailar, disfrazarme, y desde muy joven siempre tuve claras mis inclinaciones artísticas. Cuando me fui a Madrid a buscarme la vida me dije: ‘quiero ser actor’.

-Juanjo: Desde que tenía 5 o 6 años y de forma curiosa. Recuerdo que todos los viernes mis profesoras de párvulos hacían una representación en un teatro de títeres y a mí eso me fascinaba. Era como ese poder que te atrae, que te admira y te vuelve loco.

-¿Cómo surge su proyecto, cómo se encontraron?

-Joserra: De la forma idónea, estaba reactivando mi compañía y necesitaba un actor. Vi en él un potencial tremendo no solo como actor sino como excelente docente, y hoy somos la media naranja, el 50% tanto en la escuela como en la compañía y no entenderíamos el trabajo el uno sin el otro.

-Tienen una escuela de teatro, así que son unos insensatos...

-Juanjo: Sí, pero me llena mucho, aprendo mucho, descubro muchas cosas.

-Joserra: Somos unos insensatos y unos locos, pero bendita locura que de una forma privada tengamos esta escuela, con más de 100 alumnos, y que seamos un referente en la ciudad de Badajoz.

-Realizan cursos. A su escuela llegan niños y también gente que se acerca tarde al teatro. ¿Qué diferencia a estos dos tipos de alumnos?

-Muchísimo. El niño se abre completamente a crear, al adulto le cuesta más. Luego siempre es maravilloso ver cómo ambos pueden igualarse.

-¿La improvisación es entonces un buen laboratorio?

-Es una fase primaria e importantísima. Desde nuestra propia compañía y desde nuestro juego escénico la improvisación es vital.

-Acaban de recibir el premio Fancinegay de Extremadura. ¿Cómo se sienten?

-Cuando recibimos un mensaje de Pablo Cantero, director del festival y maravilloso como ser, diciéndonos que nos daban un premio para nosotros fue un orgullo, una satisfacción. Era reconocer nuestro trabajo, en el que hemos reivindicado mucho los derechos del colectivo LGTBI (en nuestro nuevo montaje, por ejemplo, vamos a hablar sobre bisexualidad y sobre el VIH). Y era recogerlo en nuestra tierra. Somos de esos ilusos que seguimos creyendo que el teatro tiene que ser tribuna de compromiso y de denuncia. El colectivo nos toca muy de cerca, en nuestra propia piel, y todavía queda mucho por hacer.

-Además, hace poco pasaron por Cáceres para estrenar en la Sala Maltravieso Border Scene, ‘Arturo’, uno de los montajes que más satisfacciones les ha dado...

-Así es, ‘Arturo’ es un ejemplo de todo esto que estamos hablando. Es una función para público familiar, dirigida principalmente a niños, y en ella reivindicamos los nuevos modelos de familia, con un personaje que tiene dos madres. Cuando la estrenamos por primera vez en Cáceres no olvidaremos cómo una niña durante los aplausos finales solo hacía que levantar la mano, al darle la palabra argumentó: «Quería decir que me ha gustado mucho la obra y... que nada, que yo también tengo dos mamás». Para nosotros ahí se para el mundo, es la satisfacción máxima de nuestro trabajo y del teatro en el que nosotros creemos.

-Ustedes siempre han trabajado por la diversidad afectivo sexual. Obras que han llevado a escena como ‘Hasta las trancas’, ‘Hormigas’, ‘En la boca, no’ o ‘Bailar pegados’ son algunos de esos ejemplos que a modo de microteatro demuestran que amar solo depende del corazón...

-Pues sí, estuvimos dos años y medio girando en formatos de cuatro historias tras un encargo de Fundación Triángulo. Ahora esas historias tienen vida por sí mismas y con ‘Hasta las trancas’ estamos recorriendo los institutos. Es una satisfacción ver cómo los adolescentes llegan con la risita, tensos, y al final se van con las lágrimas en los ojos. Esa es la magia del teatro.

-Así que el teatro les ha convertido en mucho más tolerantes...

-Ya lo éramos, pero ahora mucho más. Nuestras obras siempre tocan algún tema social, hablamos del bullying, de la violencia de género... Desde nuestra propia enseñanza en la escuela la tolerancia es una premisa. Hemos tenido algún caso, muy pocos afortunadamente, de intolerancia en el aula y fulminantemente esa persona o es amonestada o expulsada porque no entendemos que los intolerantes formen parte de los principios básicos del teatro, que son la libertad y la convivencia.

-Otra de sus propuestas fue ‘Tweetmetrajes’, una serie donde los propios usuarios de Twitter se convierten en guionistas y los tweets se transforman en vídeos. ¿Qué tiene de bueno la red?

-Muchas cosas, bien utilizadas son estupendas. Fuimos precursores de un proyecto maravilloso en el que nos dimos cuenta de que las redes tienen mucho que ver con todo esto de la tolerancia, de qué nos queda por hacer en este mundo de reivindicación. Siempre decimos que hay que hablar, que hay que expresarse, visualizarse, salir de muchas cosas, no solo salir del armario sino que hay que salir de uno mismo para poder crecer. Y en eso las redes tienen un poder brutal porque la gente antes de mirar al mundo mira al móvil, a una pantalla de la que recibe un montón de información.

-¿Por qué en la sociedad actual fabricamos tantos mitos fugaces y solo un futbolista finalmente alcanza la fama de Goethe?

-Ahí tienen mucho que hacer los medios de comunicación. ¿Cuánto se dedica a las grandes estrellas del fútbol en sus secciones? Es verdad que la gente tiene sus ídolos, pero un futbolista detrás de una pelota no va a cambiar el mundo, un actor sí. Es curioso que hay ocasiones en las que tuvimos que variar horarios o suspender funciones porque había un partido. Si era un Madrid-Barça las casas de cultura no te programaban, excepto en Piornal, que llegamos a ir y el teatro se nos llenó, eso sí de mujeres y niñas (risas), los hombres estaban todos en el bar.

-¿Ustedes consideran que hay más armas que almas?

-Desgraciadamente, sí. Pero pensamos que las almas que hay son buenas y que pueden transformar la sociedad para mejor.

-¿Qué magia tiene el teatro para que la historia de la humanidad pueda contarse en acrobacias?

-Toda la magia. El teatro te envuelve desde que el telón sube hasta que baja. El teatro te envuelve con un gesto, con un paso de baile, con una luz, con un texto comprometido, con la lágrima de un actor, con una mirada, con un grito, con una risa. No hemos perdido el placer de ser espectadores de teatro aparte de ser ejecutores, y no concebimos otro hobby más maravilloso que ser espectador de eso que te cambia la vida y te envuelve.

-¿El teatro de hoy encierra una caja de la desolación?

-Estamos inmersos todavía en esta crisis, pero en la precariedad el ingenio se agudiza, pasó en Argentina, por ejemplo.

-Ya, pero eso ocurre en Argentina, en España no, aquí el ingenio se ha agudizado para que el talento emigre...

-Sí, pero nosotros nos quedamos. En nuestro oficio los actores somos mucho de aguantar y mantenernos firmes. El proyecto de microteatro y la escuela no hubieran surgido si la crisis no hubiera estado de por medio.

-¿A la vista de lo que sucede a nuestro alrededor, creen que el riesgo está en que la política se convierta en irrelevante?

-Joserra: Se le está perdiendo el respeto y no me extraña. Pero de eso no tiene la culpa la política, la tienen los políticos.

-Juanjo: Aparecen casos de corrupción y ya ni te asustas, se ha normalizado la corrupción y eso es algo terrible. Me da miedo.

-¿Por qué la religión verdadera es el fundamentalismo financiero?

-La sociedad de consumo, esa vorágine de cuanto más tienes más vales. Hay gente en el mundo que se muere de hambre y no es una falacia ni oportunismo ni hacer demagogia, es que es la realidad. Hay que tomar conciencia de lo esencial.

-¿Es el Papa Francisco la resurrección de la Iglesia?

-Joserra: Espero que la Iglesia como institución no resucite. Ahora bien, ‘París bien vale una misa’, así que en vista de como está el patio se agradece que de vez en cuando figuras como estas emergan.

Juanjo: Está demostrando más humildad y cercanía con el pueblo, pero es que eso es lo que tiene que hacer un Papa.

-Hay otro mal de la sociedad, que es el estrés y el desasosiego. ¿Sirve el teatro como terapia?

-Es una ayuda clave, de hecho nosotros desde nuestra escuela fomentamos esa parte terapéutica del teatro, siempre advirtiendo de que somos profesionales de las artes escénicas y no de la medicina. El teatro ayuda a controlar mejor tu cuerpo y tu sociabilidad. Gracias al teatro muchos alumnos alivian su ansiedad, depresión o timidez, aprenden a controlar, a respirar... Esta semana tenemos colgada en la pizarra la frase de Stanislavski, ‘dejar los zapatos sucios fuera, en la puerta’ para entrar en un mundo en el que solo te dediques a ti mismo.

-Las mujeres del teatro están alzando la voz contra los acosos y los abusos. ¿Qué es ‘la Manada’?

-Joserra: Una pandilla de hijos de puta. Para serenar mi impulso más visceral intento pensar que aparte de ser hijos de puta son enfermos.

-Juanjo: Me crea impotencia, rabia y un rechazo brutal.

-La gente huye de sus países, llegan en pateras y luego los echamos. ¿Qué es ser un refugiado?

-Joserra: Es un tema que me puede desde niño. El mundo debería ser consciente de que no puede tratar así a un ser humano independientemente de la política.

-Juanjo: Y no se tiene en cuenta el pasado, que nosotros también fuimos refugiados, queremos poner un velo para no verlo.

-¿Bernarda era víctima o verdugo?

-Víctima de la sociedad de su tiempo y eso hacía que a veces se convirtiera en verdugo. Somos unos apasionados de Lorca.

-¿Tiene Extremadura un concepto muy elitista de la cultura?

-Han cambiado las cosas para mejor pero haría falta darle una vueltita a la cosa. Hay que darle cabida al off, a propuestas más alternativas, teatro en la calle, en institutos, en espacios más pequeños. Comprendemos a los programadores que quieren llenar con grandes nombres, pero hay que arriesgar más.

-¿Es el nacionalismo un veneno?

-Juanjo: No me interesa el nacionalismo radical. Tengo siempre las puertas de mi casa abiertas, de manera que no entiendo el encierro, la barrera.

-Joserra: Total. Es una locura, pero no bendita como la nuestra sino una locura que lo único que hace es daño, volver al pasado. En España vemos dos nacionalismos encontrados que a lo único que están llevando es a la destrucción. Siempre me he considerado ciudadano del mundo. Eso es lo que me une a mi tierra.

-Una tierra que, por cierto, no tiene un tren digno...

-Hace falta que ese tren digno esté ya. Pero además, ¿qué comunidad autónoma no tiene a sus dos principales capitales unidas por una autovía?

-Y para terminar lo haremos con humor: ¿Cuántas ranas hay que besar para encontrar a un príncipe?

-Juanjo: Uffff, un montón, un montón (carcajadas). Y besas a la rana y una sale jirafa, otra perro... Y si una sale príncipe sufre una metamorfosis y se convierte en pato.

-Joserra: Hay que besar. Partiendo de esa base, unas se convierten en ranas, ranitas o renacuajos. Está la cosa joía.