-La semana pasada ocupaba esta tribuna la Asociación Síndrome de Down de Cáceres, que lanza a su banda esta pregunta: ¿Les gustaría ofrecer un concierto para avanzar en la plena inclusión de los niños con síndrome de down, qué opinan de la música como gancho solidario?

-Precisamente a través de nuestro productor, Nigel Walker, tuvimos un encuentro muy bonito en la Sala Costello de Madrid con chicos de una asociación con síndrome de down. Fue como si estuviéramos en el salón de casa, con una guitarra sin enchufar. Creo que es muy sano aprovechar la música para poner el foco de atención en cosas que merecen la pena. La gira del disco anterior, por ejemplo, la cerramos en Madrid en un teatro con la Asociación Española contra el Cáncer.

-¿Por qué canta?

-Eh, qué buena pregunta... Pues sinceramente porque necesitaba interpretar mis propias canciones. Cuando empecé me consideraba un guitarrista y me gustaba menos hablarle al público y ser la cara de la banda. Pero desde la adolescencia vas probando con grupos, con cantantes, gente que canta tus canciones, hasta que llega un momento en el que te das cuenta de que interpretar tus propias canciones es la mejor manera de llegar a la gente.

-Ustedes son además de buenos músicos, buenos letristas. Parece difícil encontrar algo así en tiempos comerciales...

-Bueno, lo primero muchas gracias porque eso es un piropazo. Yo no sé si puedo considerarme un buen letrista al lado de los grandes de este país, pero sí que es cierto que intento dedicarle esfuerzo y tiempo a las letras. Es la parte más delicada. Para mí, hacer una música, una melodía, sin que suene a chulería, me cuesta menos, me resulta más complicado hacer una letra verosímil. Sí que tengo la sensación de que en este país, durante años se ha remado más a favor de la música, de que la música suene muy bien, de que los discos tengan un sonido muy bueno, de que tengan ritmo para bailar, más que de los textos. Así hablando en general (salvando a Quique González y a mucha otra gente que escribe increíble), creo que se ha denostado un poquito el texto y que los que seguimos creyendo en ello somos los que tenemos el testigo para mantenerlo.

-¿Qué diferencia a los letristas de hoy frente a grupos y autores que emergieron en los 80, Los Secretos, Sabina... cree que vuelve la esencia en la música española?

-Pienso que quizá ha sido más cosa mediática que cosa de la gente o de los grupos. Hay muchos grupos que escriben muy bien, y muchos de los 80 siguen ahí, pero es una cuestión más de medios de comunicación. Durante un tiempo la profundidad no vendía y el MacDonald’s de la música es lo que durante años nos han estado metiendo hasta en la sopa, en la tele, en la radio, y el grueso de la gente se ha adaptado a eso. Pero solo hay que rascar, ir a un local de ensayo o a una sala cualquier viernes para ver que realmente la esencia existe.

-¿Qué es ser pop?

-Se supone que, en teoría, el pop es la música popular, pero con el tiempo es una etiqueta y se podría decir que es un estilo de música. Lo que pasa que ahí abriríamos un debate eterno, porque si decimos que Los Beatles son el mayor grupo de pop y no de rock and roll me despisto (risas). Quizá hablando en términos muy gruesos y muy incorrectos, diríamos que es un puntito más light que el rock and roll en cuanto a intensidad, en cuanto a lo que cuentan las letras, pero para mí, es lo mismo, las etiquetas son más cosa del oficio de periodista que del mío.

-¿Y el rock de Sidecars es ahora más maduro?

-Creo que sí, pero no porque toque, no porque es lo que se supone que tiene que ser. Nosotros hemos madurado. Las canciones que escribía cuando tenía 18 años, como es lógico, las inquietudes que yo tenía entonces, no tienen nada que ver con las inquietudes que puedo tener ahora, y lo mismo con la música que escuchaba y lo mismo con todo. Entonces opino que simplemente es que las canciones que hacemos han ido creciendo a la vez que nosotros, porque si fueran igual de inmaduras, entre comillas, que a los 18 años, tendríamos un poco de síndrome de Peter Pan (risas).

-¿Puede describir su infancia?

-Soy el pequeño de cuatro hermanos. Somos una familia muy numerosa, sobre todo por parte de mi madre, y estoy acostumbrado a una vida familiar con mucha gente. Hasta los 20 años he vivido en casa con mi familia, de ahí me mudé, me fui a vivir con mi hermano Miguel, el inmediatamente anterior a mí, y llevo ya 10 años viviendo a su lado.

-Es inevitable hablar de otro de sus hermanos, Leiva...

-Es mi hermano mayor, me ha dado grandes consejos. Hubo un año que suspendí muchas asignaturas y me quedé castigado todo el verano en el pueblo con mis padres. Uno de aquellos días lo llamé y le dije: ‘Tío, me encantaría tocar la guitarra’. Él se presentó a las dos semanas con una guitarra y seguramente ese fue el clic para que todo empezara.

-Sidecars lleva 11 años en la música. ¿Cómo se encontraron?

-Nos unieron las inquietudes, la música y un amigo común. Yo trasteaba con la guitarra y tenía muchas ganas de montar un grupo; Ruly, que es el batería, lo mismo, que estaba aprendiendo a tocar la batería, y Gerbass, que es el bajista, pues no tenía ni puta idea de tocar, pero dijo que él tocaba el bajo. A esas alturas estábamos todos en las mismas, entonces montamos una banda y empezamos a hacer versiones de grupos de rock and roll que teníamos en común, porque todos veníamos del mismo estilo. Empezamos a tocar por los garitos Madrid y por los concursos de grupos. Y así estuvimos hasta que empezamos a hacer canciones, seguimos tocando, subimos un poquito y nos ficharon para hacer el primer disco.

-Y llegó el disco que los catapultó, ‘Contra las cuerdas’, producido por Warner. Cuatro horas para grabar en directo ese trabajo en el que contaron con la colaboración de Ivan Ferreiro, M-Clan o Dani Martin... Tuvieron tres llenos consecutivos en La Riviera de Madrid...

-Sí. ‘Contra las cuerdas’ fue el punto de inflexión. Hicimos los dos primeros discos con un margen de un año de diferencia, uno en 2008 y otro en 2010, y luego tuvimos un impás en el que todo era un poco complicado, en el que no veíamos la manera de sacar otro disco, en el que todo se estaba volviendo muy difícil. Nos cambiamos de discográfica, hicimos ‘Fuego cruzado’ y todo se mantuvo en el mismo sitio. Pero hace un par de años de pronto llegó ‘Contra las cuerdas’ y todo fue distinto. No sabemos bien lo que pasó. A mí me gusta pensar que fue la suma, que no es ese disco ni una canción en concreto. Creo que al final llevar 10 años peleando, picando piedra, girando por España sin que te vea nadie o viéndote muy pocos, eso, más el disco en el momento adecuado, hizo que subiéramos un escaloncito.

-En las entrevistas suele referirse a lo de picar piedra, porque la música es un oficio difícil y siempre hay que tener los pies en la tierra...

-Es que llegar a vivir de la música, o a sobrevivir, es muy complicado. Cuando eres pequeño te da igual trabajar en cualquier cosa entre semana, para irte luego de gira. Solo quieres tocar, pero a medida que creces la cosa se complica. Cuando te acercas a los 30 años y ves que toda tu gente tiene la vida más o menos ordenadita y tú te ves como con 18, con trabajos temporales de los que te echan todo el rato, debes tomar una decisión, ir a por todas, jugártela. Y sí, lo he disfrutado mucho pero para mí ha sido un poco picar piedra, y no hemos dejado de picar.

-Ustedes llegan a públicos de todas las edades. ¿El secreto es contar las cosas que le pasan a la gente?

-Sí. Tenemos unas influencias marcadas de grupos de generaciones mayores que nosotros, como Los Rodríguez o Los Ronaldos, y a todas ellas la música de Sidecars les encaja muy bien porque bebe de todas las influencias de esa época. Y luego a la gente joven, seguramente es lo que tú dices, que hacemos un ejercicio de contar las cosas bastante a corazón abierto, sin mucho prejuicio, independientemente de que estén entendiendo mi letra o estén entendiendo su película.

-¿Por qué los músicos siempre tienen que ser altavoces de una tendencia política para ser más guays?

-Me parece lícito que alguien que tenga la posibilidad de amplificar unas ideas lo haga, siempre que sea para un buen fin. ¿Qué pasa? que bocazas hay en todas partes, en la música, en el fútbol y en todos los ámbitos. La pena es que no haya filtros.

-¿Es bueno que los músicos expresen sus sentimientos?

-Hay unos pocos tocados con la varita mágica que son capaces de escribir sobre cosas que no les han ocurrido y que suenan absolutamente verosímiles. Pero a mí me resulta muy complicado hablar de algo que no me ha pasado, no me lo creo. De manera que mi fórmula para conectar y para llegar a la gente es ser sincero, pese a que me pueda exponer más o menos.

-Ahora están de gira por todo el país con su quinto disco, ‘Cuestión de gravedad’, que el pasado 17 de febrero presentaron en el Gran Teatro de Cáceres con un éxito sin precedentes. Puede definirlo...

-Estamos haciendo la gira con la que hemos soñado siempre y Cáceres fue un sueño. Es un disco que grabamos de una forma que siempre habíamos querido hacer, que era irnos a un encierro, en el campo, a una casa, dedicar todo nuestro tiempo a las canciones y pasar unas semanas como en un campamento con todo el grupo, con Nager el productor, con Jordi Mora el ingeniero... Esto es estupendo porque las canciones suenan como en el disco, es muy fiel a lo que hemos hecho en el estudio, es la misma banda y es maravilloso poder contar con ellos todavía y de aquí en adelante. Hemos ampliado la tribu de gira, hemos sumado al escenario un poco de escenografía y de luces. En la música estamos intentando crecer todo el rato.

-¿Qué opina del programa de televisión ‘Operación Triunfo’?

-Vamos a ver cómo salgo de esto (risas). Pues bueno, me parece un programa de televisión, que por motivos que a mí se me escapan, conecta muchísimo con la gente. Antes me daba reparo porque pensaba que estaban engañando a la gente, que los chicos iban creyendo que les iba a ocurrir algo que luego no les ocurría. A estas alturas de no sé cuántas temporadas llevarán, ciento cincuenta mil (más risas), ya no hay trampa. No me creo que alguien vaya a OT y piense que le va a cambiar la vida. Ya hemos visto que la vida le cambia a cuatro pero no a los 50. Para mí es un poco cruel el formato para los chavales, pero es cierto que a nadie le han puesto una pistola y también es cierto que a la gente le gusta mucho y está esperándolo cada semana. Para mí es un reality show con mucho éxito y que tiene poco que ver con la música.

-Y luego está el directo, ustedes suenan cercanos...

-Me gusta pensar que sí. Nunca he vivido de vender discos, quiero decir que en este oficio a lo que nos debemos es a estar de gira y a ese momento con la gente. Las bandas tienen que sonar bien en directo y no me vale que un disco suene muy bien y que eso no se traduzca al directo. Me gusta ser fiel y me parece que siempre hemos peleado para que Sidecars en directo sea nuestro plato fuerte.

-¿Qué son el amor y el desamor?

-Casi la misma cosa. Es tan delgada la línea que muchas veces estás hablando de una cosa y cuando la lees estás hablando de la contraria. Aunque suene redundante, hay mucho amor en el desamor.

-¿Por qué la gente está tan preocupada por la red social, por la imagen, no le parece que estamos viviendo mal la vida?

-Obviamente como Sidecars tenemos redes sociales, si no estaríamos fuera del mundo, pero yo de manera personal no tengo facebook ni instagram y por no tener no tengo ni whatsapp, vivo muy tranquilo y cuando veo el mundo alrededor me da un poco de vértigo, esa necesidad de enseñar todo el rato lo que estás haciendo, y esa necesidad de aceptación, de estar poniendo cosas que a todo el mundo le gusten y tener la sensación de que necesitas que la gente te dé un ‘sí’. A veces veo la serie ‘Black Mirror’ y te juro que me da miedo.

-¿Y para terminar esta entrevista, cree que en la música o en cualquier disciplina hay que ayudar a los niños a encontrar lo que les apasiona?

-Absolutamente. Creo que un niño es una caja de sorpresas, tiene todas las posibilidades por delante. A lo mejor puede ser el mejor guitarrista, tenista o pintor del mundo, o no el mejor, pero puede ser muy bueno en algo y hay que descubrir en qué. Todos somos buenos en algo, y es muy bueno descubrirlo. Yo que sé, a lo mejor yo sería un puto crack de la Fórmula 1, pero en mi vida me he subido a un cacharro de esos.