El urbanismo en Mérida durante los dos últimos siglos ha ido por detrás de los grandes acontecimientos que han marcado la ciudad, que pocas veces se han proyectado pensando en la repercusión que tendría en el ordenamiento del municipio, como las instalaciones ferroviarias.

Así se pone de manifiesto en el libro escrito por el arquitecto municipal Francisco Barbudo sobre el desarrollo urbanístico de Mérida en el XIX y XX. La publicación fue presentada ayer en la Asamblea de Extremadura, que lo ha editado, en un acto en el que estuvieron presentes la secretaria primera de la Asamblea, Ascensión Murillo; el arquitecto municipal, Ignacio Candela y el autor de la obra, titulada Mérida, su desarrollo urbanístico .

El libro también recoge acuerdos y ordenanzas de la corporación municipal. Entre ellos destaca la presentación de la dimisión del alcalde de 1873 por actuaciones urbanísticas relacionadas con la concesión de terrenos para edificar o la petición de un solar a una duquesa para ampliar la calle Trajano.

También explica las grandes obras del siglo XIX y XX que dieron lugar a la estructura de la ciudad, como el matadero municipal, la distribución del agua potable, la instalación del museo y la biblioteca en el convento de Santa Clara, la variante de la carretera Madrid-Badajoz o la creación de la subcomisión de los monumentos históricos y artísticos de 1880.

Uno de los trabajos de esta subcomisión fue la de vigilar que no se utilizasen las piedras de los monumentos romanos para obras particulares.

Asimismo, recoge cómo eran las primeras ordenanzas de edificaciones, que solo exigían licencia para las obras que fueran exteriores a la edificación y consideraban que no eran necesarias en las zonas de expansión.

OTROS TEMAS DE INTERES También se puede comprobar que los problemas de tráfico empezaron en Mérida en 1916, cuando el ayuntamiento se vio obligado a suprimir un sentido de la circulación en la calle Cervantes, castigando con multas de 2 a 25 pesetas a los infractores.

Sobre la protección de los restos arqueológicos no se habla hasta el plan de urbanismo de 1954, y para ello se empieza a sopesar que la ciudad debe dar el salto al otro lado del río. Además se plantean por primera vez los inconvenientes del tráfico rodado en el puente romano y la necesidad de construir un nuevo puente con más capacidad.

Y en 1971, en las ordenanzas, se da una definición de Mérida, "es como si el casco urbano hubiera estallado esparciéndose en pedazos al azar", se decía.