Durante el mes de julio pasado hemos querido dar a conocer la proyección de la sede episcopal emeritense a través de un amplio y extraordinario trabajo realizado por el sacerdote Aquilino Camacho Macías, que escribe la Historia de la Baja Extremadura, libro que coordinó Manuel Terrón Albarrán y patrocinó Bartolomé Gil Santacruz, y del que sólo se editaron dos amplios volúmenes. Nos ha servido también el material que nos ha proporcionado el investigador, profesor de la UNED e historiador José Antonio Ballereros Díez.

El primer arzobispo emeritense fue Masona que así firmaba en el año 589. Recorrimos los concilios y un largo trecho de la historia de la iglesia emeritense, que de ser una de las más conocidas y cotizadas de la península quedó en la más absoluta oscuridad con el traslado de su sede a Santiago de Compostela. En estos días hemos podido asistir a la despedida por jubilación del arzobispo de la Diócesis Mérida-Badajoz, Antonio Montero Moreno, y la llegada del nuevo arzobispo Santiago García.

NOMBRES PROPIOS Un capítulo muy especial es el dedicado al Martirologio y al santoral emeritense, porque todos los indicios llevan a pensar que los mártires debieron ser numerosos entre los miembros de nuestra comunidad, y Aquilino Camacho cita tres grupos: en primer lugar, los que sufrieron el martirio en Mérida, y fueron santa Eulalia, santa Julia --aunque de esta hay investigadores que refuerzan la idea de que no asistió--; santa Lucrecia, santa Fides, santa Sabina, san Serván, san Víctor, san Estercacio, san Antinogeno, san Hermógenes, san Donato, santa Saturnina, san Septómino, san Anasio, san Horacio, san Luciano, san Félix y san Deciano.

A continuación relaciona los mártires de la Lusitania, no emeritense; y, por último, los que figuraban como la de Lusitania pero que realmente eran nacidos en Portugal.

Además de los mártires, la iglesia emeritense también alcanzó la gloria y el honor de ver en el santoral a varios de sus obispos y arzobispos, como fueron Paulo, Masona, Fidel, Renovato e Inocencio.

SANTA EULALIA De este amplio conjunto destacó desde el principio la figura de Santa Eulalia, cuya pasión no sólo inspiró a personas tan destacadas como san Agustín, sino que movió a la redacción de la pasión de otros mártires españoles, como la de san Vicente mártir, en valencia, que fue escrita durante el siglo IV, estableciéndose un paralelismo entre ambos mártires y, consecuentemente, entre sus sedes episcopales, Mérida y Valencia, como poseedora de las reliquias de los dos santos más prestigiosos y universales del martirologio hispano. Así se cita en una historia sobre los orígenes del cristianismo en Valencia, en la que participa un arqueólogo emeritense, Pedro Mateos, actual director del Consorcio, artículo que trata del urbanismo de Mérida en aquella época y que se hubiera visto reforzado con el que escribió Aquilino Camacho Macías que, aunque no es arqueólogo, si es un historiográfico de lujo y nos quedó con sus escritos una magnífica herencia a todos los emeritenses.

Su biblioteca está en el seminario de San Atón de Badajoz, y si se hubiera publicado su trabajo hubiera reforzado la de Pedro Mateos, ya que no sería una referencia aislada dentro del conjunto de estudios valencianos, sino el eslabón que uniera la historia de ambas diócesis en aquellos primeros tiempos del cristianismo en Hispania. Por todo ello, el conocimiento y difusión del estudio de Aquilino Camacho debe ser una referencia básica de nuestra historiografía.