Nunca desde que fue elegido presidente de la Real Federación Española de Fútbol en julio de 1988 lo había pasado tan mal Angel María Villar Llona (Bilbao, Vizcaya, 21-1-1950). La dimisión de los tres miembros del Comité de Competición, tras la destitución de Gerardo González como secretario general de la RFEF, ha agravado la crisis. No obstante, el pundonoroso Villar ha demostrado saber mantenerse a flote en situaciones delicadas. En sus inicios, estuvo mal visto por la FIFA y en poco más de dos años hizo las paces con el poderoso Havelange (ahora ocupa una vicepresidencia de la UEFA y representa a ésta en la FIFA). Algo parecido le ocurrió con el Gobierno socialista cuando fue aprobada la ley del deporte: pasó de ser motejado de falta de liderazgo a ser apoyado en tres reelecciones.

Como nació en una casa desde la que se veía el césped del estadio de San Mamés, estaba predestinado a ser futbolista del Athletic de Bilbao. Jugó 11 temporadas en el primer equipo y 22 partidos en la selección española. Fue famoso por abofetear a Cruyff, de lo que se arrepintió inmediatamente. A los 29 años se hizo abogado y a los 31 empezó a rodarse como presidente de la Federación Vizcaína de Fútbol. Hubo tal asfixia con los Pablo Porta y José Luis Roca que Villar fue puro oxígeno al frente de la RFEF. Más vale vasco con carencias que madrileño sobrado.