TAtveces, da la sensación de que los españoles tenemos la autoestima un poco baja, aunque no lo parezca por nuestros ademanes. Sé que esto no es lo que aparentamos, y que habrá quien se muestre sorprendido por mi afirmación, pero hay rasgos de nuestra personalidad, y del modo en que nos comportamos, que apuntan a que ni nos queremos tanto como parece, ni tenemos el ego hinchado, sino más bien desinflado. Y lo que fastidia de esto es que, cuando uno sale al extranjero, ve como los ciudadanos de unas y otras naciones presumen, sin complejos, de ser de donde son, de su condición patriótica y de aquello que les distingue del resto de sociedades del mundo. En cambio, nosotros, si presumimos de algo, lo hacemos con la boca chica, con timidez a la hora de publicitarnos en otras lenguas, sin alzar demasiado la voz, o sólo con nuestros compatriotas y personas de otras nacionalidades con las que ya hemos establecido un vínculo de amistad. Pero no hay razones para que esto sea así. Porque nuestra nación, que es una de las más antiguas de Europa, tiene una dilatada historia, que nos permite enorgullecernos de los grandes intelectuales que hemos dado al mundo, así como también de ese batallón de personajes sin par que han deslumbrado en ámbitos como los de la pintura, escultura, arquitectura, escritura, ciencia, cocina, música, ingeniería, etc. Contamos con un patrimonio histórico incomparable. Y, en el terreno de lo más cotidiano, poseemos materias primas excelentes, que hacen que nuestra cocina sea de las más ricas y variadas del mundo entero. Tenemos, pues, muchas razones para presumir de nuestro patrimonio, de nuestros artistas, de nuestras productos culinarios y del carácter de nuestras gentes. Somos un gran país, que tiene mucho que mostrar al mundo, y deberíamos ser los primeros en ser conscientes de ello, para, después, poder poner en valor a esta España nuestra que, aunque cada año es visitada por más y más turistas, aún es una gran desconocida para parte del mundo.