Doctor en Historia

Tras las últimas celebraciones del 25 aniversario de la Constitución y la denuncia de la oposición sobre el uso partidista, cutre en ocasiones, de muchos de los eventos programados, podemos apreciar una calculada estrategia o forma de actuar de la derecha española. Para ello se puede acuñar el concepto de bonapartismo. Así, bajo una apariencia democrática, observamos una y otra vez comportamientos y actitudes del PP que nos hacen dudar sobre su auténtica credibilidad en el sistema de valores, que, cual conversos, tan enfervorizadamente pretenden hacernos ver que defienden.

Si los principios de la Carta Magna conducen todos hacia el respeto y la tolerancia, es decir, la pluralidad, ¿a qué viene ese tono excluyente?, ¿por qué esos intentos monopolizadores?

Por otra parte, una muestra más de ese bonapartismo militante la encontramos en la toma de decisiones. Así, vemos cómo se muestran incapacitados para reconocer errores (la guerra de Irak, la gestión del desastre del Prestige ... o más próximos a nosotros la labor del director del centro de RTVE en Extremadura) amparándose en la prepotencia de la mayoría absoluta o jugando con el peor eras tú a la hora de insinuar explicaciones. Todo está hecho. Todo está decidido.

Menos mal que, de vez en cuando, la labor de la oposición o de la calle sirve como acicate o elemento de presión para que se tomen en serio sus desbarajustes. Raro es el ministerio donde no podamos ver algún disparate. Mientras, y como ejemplo, en Cáceres y gracias a la persistente denuncia de usuarios y su presentación en el Periódico, la derecha local ha rectificado y de nuevo tenemos pulsadores para cruzar los semáforos del R-66. Así gobiernan.