Es innegable que la arena política se está poniendo interesante. Porque este 2015, sí es algo como año, es año electoral. Ya saben el maratón que nos viene desde que inauguremos primavera: Andalucía, municipales y autonómicas, y el colofón de las legislativas en noviembre. Solo queda rezar para que, en este tránsito, dejen a alguien al cargo de lo imprescindible mientras el resto se dedica al catártico ejercicio de las (cansadas... para todos) campañas electorales.

Ya, por supuesto, los partidos y sus líderes se ponen en modo campaña. A estas alturas, es difícil no estar acostumbrados a las piruetas verbales de los políticos, que se han demostrado capaces de decir una cosa un día y defender la contraria al día siguiente, mientras se desayunan café con churros y desvergüenza (poco) torera. Pero las campañas agudizan el ingenio. No pocos políticos se transforman en estas señaladas fechas en pequeños coroneles Kilgore y susurran a sus acólitos que no hay mejor que olor de un titular contra su adversario por la mañana. Eso suena a victoria.

Nos adentramos en terreno abonado para una figura que, no por nombrada, no deja de ser desconocida y poco reconocida por el gran público. Me refiero al asesor de campañas electorales. A algunos les podemos poner cara y nombre. No muchos, porque al final su misión es estar detrás, en la sombra, preparando estrategias, respuestas, discursos y voces en forma de palabras para que otros den su pública cara. O su cara pública, que suena igual pero (si se fijan) no es lo mismo...

Presumo que ni ustedes ni yo hemos hecho de "fontaneros" políticos, ni calibrado los pasos de una campaña electoral, ni manejamos los resortes que llevan, por ejemplo, a medir las palabras en un mitin para que coincidan con una conexión en directo. Bueno, a lo mejor alguno sí, claro. Les tengo en muy alta estima. Y si es que sí, enhorabuena. Pero se lo guarda, que los demás queremos jugar juntos a un pequeño pasatiempo.

JUGUEMOS a aconsejar. Imaginemos que tenemos en frente un asesor distraído (esto es como el unicornio, una leyenda, un mito, por eso lo usamos...) y que requiere de alguna orientación para moverse en el confuso mapa electoral de España y Extremadura.

Podemos empezar por lo fácil: normalmente negar la evidencia te deja en evidencia. Sí, ya, que parece muy sencillo. Pero no es tan usual en la práctica, sobre todo si esa evidencia favorece a otro partido. Anatema para los políticos: no puede existir, o se debe a las bases que puse yo y bla bla bla. A todos nos da un poco de lástima esta actitud. Por ejemplo, si ya es evidente que el paro comienza a bajar en España, el PSOE podría decir que el ritmo de creación no es suficientemente alto o cómo se afrontaría en caso de un empeoramiento de las condiciones económicas. O en Extremadura, que es necesario planificar esa reducción para evitar que sea coyuntural. Pero aquello de que "no son verdad", que las estadísticas "mienten" o que no sé qué habían hecho ellos, no vale. Mal, muy mal. Se reconoce el éxito y se muestran propuestas de mejora. Que no pasa por reconocer, no os resta votos...

Y seguimos con algo que también tenía que venir de serie, pero que tenía que ser muy caro porque nadie se lo equipó. A los votantes nos atrae la coherencia y nos seduce la transparencia. Por eso, si un partido hace una cosa y dice la otra, no nos gusta. Por eso, si un partido modifica en seis meses su programa, nos mosquea (sí, Pablo , hablamos de ti). ¿Otro ejemplo? Uhmm. Pues todos. Ahora el PSOE eleva la voz y pone mueca de indignación por el vídeo del PP extremeño sobre Andalucía (que, sobre todo, es aburrido, tópico, y de escaso mensaje) por no sé qué insulto a no sé cuantos miles. Pero se olvida de los votantes pijos y tontos del PP o los dóbermans vociferantes y golpedeestadistas. Para eso sí había que tener encaje. En este apartado sugiero al asesor que se fije en Ciudadanos, modélicos en un mensaje sereno y con contenido y poco veletas a la hora de agradar. Y por eso, precisamente, lo hacen.

Para finalizar, otra a priori no complicada: evita imputados en tus listas. Sí, sabemos que el PP en Madrid y Valencia tardaría en componer una lista. Pero igual con la espera les salía mejor, ¿no? O por lo menos, evita que tu candidato hable de poner la mano en el fuego por no sé quién, que luego las unidades de quemados nos suben las listas de espera. Y eso no es bueno. Pero no porque reste votos, no. Es por los derechos de los votantes.

¿Ves como estabas distraído? No te olvides de los votantes. Antes y después de las campañas. Haznos caso. No hace falta que esto sea 'El Ala Oeste', pero no nos lleves a una 'House of Cards'.