Profesor

Habría que ser experto académico para discernir entre los infinitos matices de expresiones como "el calor", "la calor", "los calores"... Yo creo que lo que estamos padeciendo en estos días en Extremadura es algo tan asfixiante que no puede ser producido por solamente un calor. Esto, digo yo, será fruto de los "calores". Las seis de la mañana, cuando escribo, y hasta los pajaritos de los árboles están ya agotados. Qué agobio, señor, y aún no ha empezado el verano...

El único consuelo que nos cabe es el de "mal de muchos...", porque no cabe duda de que son estas temperaturas las que están produciendo noticias como algunas que acabo de oír en la radio. Salvo que uno tenga una bondad que ríase usted de la del casto san José, la única forma de aceptar ciertas cosas de las que se entera es atribuirlas a que los calores derriten los cerebros, creo yo. Y, si no, a las pruebas me remito.

Habla un locutor en un boletín informativo de los últimos acontecimientos y entre ellos cita un acuerdo del Gobierno español por el que se concede a China un préstamo de dos millones y medio de euros. Caramba, me digo, qué generosidad más apabullante. Pero, al poco, cojo la calculadora, paso los euros a pesetas (después de medio siglo con ella no se la olvida fácilmente) y pregunto en el instituto a un alumno aventajado por la población del coloso asiático: mil trescientos millones de habitantes, en números redondos. Divido y, ¡sorpresa!: el inmenso crédito que nuestro Ejecutivo ha concedido a los chinos, en un rasgo más de su inmensa generosidad hacia los pueblos necesitados, asciende a la impresionante cifra de treinta céntimos de peseta por persona. De modo que, me digo, el embajador español en Pekín publicará un bando, y reunidos los pekineses en grupos de cien, entregará una moneda de cinco duros a cada uno, a cada grupo, para que ellos, amistosamente, se la repartan. Magnanimidad, se llama la figura. No me extraña que el prestigio de nuestro país, así como el de su carismático líder, siga subiendo enteros día tras día.

Ya en la calle, me detengo ante el quiosco de mi amigo Aurelio y cojo la prensa. Aligerada con la habitual presteza de sus páginas llamadas deportivas, me da tiempo en las sucesivas paradas ante los semáforos a leerla casi por completo. Me entero, así, de que España desplegará más de mil soldados en Irak... bajo mando polaco. ¿Polaco? Para esto tanto "trío de las Azores", tanto viajecito al rancho, tantas sesiones intensivas de espanglish , tanta mentira? Qué ridículo más espantoso, señor... El pobre Trillo es que no da una a tientas.

Finalmente, cuando el semáforo se pone en verde, estoy a punto de leer algo en la sección de espectáculos sobre los tránsfugas del PSOE. Pero eso, señores, eso ya no es cosa para ser tratada en dos líneas. El problema no es el de que en todos los lugares cuezan habas. El problema es que la sinvergüencería viva entre nosotros sin que nos enteremos. ¿Tanta calor hace en "Ferraz" como para que nadie se percate de ello? ¡Ojalá llegue pronto el invierno!