El arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo (Medina de Rioseco, Valladolid, 23-8-1934), nuevo cardenal desde ayer, es un franciscano más abierto que la media de sus colegas de la Conferencia Episcopal.

Hijo y sobrino de médicos (su tío fue el psiquiatra Vallejo-Nágera, fallecido en 1990), monseñor Amigo llegó a estudiar un curso de Medicina antes de decidirse por el sacerdocio (se ordenó de cura en julio de 1960). A punto de cumplir 40 años, fue consagrado arzobispo de Tánger, diócesis del norte de Africa en donde se dedicó a fondo a impulsar el diálogo entre religiones, especialmente con el islam, del que es un experto. En mayo de 1982, fue destinado a Sevilla. Poco a poco, se amoldó al espíritu religioso folclorista de las cofradías andaluzas, no sin gran esfuerzo, habida cuenta de su sobriedad castellana. También limó asperezas con el poder socialista autonómico, del que receló al principio. "Creo que los andaluces no han claudicado en sus sentimientos religiosos --llegó a decir-- aunque hayan votado al socialismo".

Pese a sentirse más cómodo con el Partido Popular, Amigo no se ha mordido la lengua. El 20-J del 2002, apoyó la huelga general ("yo no veo que sea injusta", proclamó); defendió que no se endureciera la ley de extranjería y mostró su disgusto con Aznar en el conflicto de la Iglesia vasca y la ilegalización de Batasuna.