LA SANIDAD EXTREMEÑA

Agradecimiento al hospital de Mérida

Julio César Calvo Herraiz // Madrid

Señor gerente del hospital de Mérida,

todos los veranos que puedo acudo a los festivales de teatro de Mérida con mi esposa y algunos amigos; también llevo a mis alumnos a conocer la ciudad con sus monumentos romanos.

Este pasado sábado, cuando me dirigía al teatro, sufrí un desvanecimiento y me llevó la ambulancia al hospital de Mérida, donde ingresé por Urgencias aquejado de una hemorragia gástrica y en una situación difícil.

Ahora le escribo desde Madrid y sería un ingrato si no le dirigiera a usted, en representación de todo el personal del hospital, una carta de felicitación y de agradecimiento; lo primero por el excelente comportamiento de todas las personas que en algún momento tuvieron contacto conmigo; lo segundo, por haber sido certeros en la localización del daño y su pronta y satisfactoria solución.

Como paciente, son tres los aspectos que debo tener en cuenta al hacer esta evaluación: la eficiencia médica, el esfuerzo del personal y el trato humano. La eficiencia no pudo ser mayor en Urgencias, donde la detección del problema, tras una exhaustiva exploración por la doctora Mª del Mar García Fenés fue absolutamente certera; asimismo, una vez en Observación, el plan de choque propuesto por la doctora Elisa García Barroso resultó determinante en la corrección inmediata del problema; aún no me creo el esfuerzo que hizo (hablamos de las 3 de la madrugada) porque se me hiciera una prueba de urgencia trasladándome al hospital de Badajoz (aquí quiero mostrar mi agradecimiento también al equipo médico que allí me atendió). En este traslado intervino un enfermero cuyo nombre es Pedro, quien realizó tareas por encima de sus competencias, cuestión esta increíble hoy en día.

Por último, una vez ingresado en la habitación del hospital, el tratamiento de las doctoras de Digestivo fue determinante en mi pronta recuperación.

El esfuerzo del personal fue extraordinario en todos y cada uno de los momentos desde mi ingreso; la rapidez, la atención continua, las numerosas personas dedicadas... Y aquí recuerdo en especial a Pedro, citado arriba.

Por último, ahora que la salud me preocupa menos, le felicito por lo que considero más importante de todo: el trato humano recibido. No pudieron ser más gentiles, amables, cariñosos, cuidadosos; no exagero si le digo que no creo que el presidente del Gobierno hubiese recibido mejor trato. Cuando digo esto, aunque he mencionado algunos nombres arriba, me refiero al personal al completo, desde las limpiadoras hasta las doctoras titulares. Los nombres citados son algunos que pudimos conservar al azar mi mujer y yo, pero mis comentarios van dirigidos a todos y cada uno de los miembros del personal que me atendieron y sería injusto si no tuviese a todos en consideración; simplemente, en la excelencia de las excelencias, mencionaré a Elisa, la doctora de Observación. Espero no haberme equivocado en los nombres.

Es en esta circunstancia cuando uno se encuentra satisfecho con el pago de impuestos, pues, en su caso, el uso que hace de ellos es el ejemplo de lo que se debería hacer con el dinero público.

Aprovecho para dar las gracias, por la atención primaria recibida, a los policías municipales que me atendieron y a los enfermeros anónimos que dejaron de cenar para prestarme los primeros auxilios. Gracias a la ciudad.