No, lo de Pablo Iglesias no era temor cuando, tras decidir que las bases del partido aprobaran o reprobaran el chalet de 600.000 euros que se ha comprado, anunció que una baja participación en la consulta sería un fracaso que le obligaría a dimitir. ¿Cómo iba a ser temor si exigía además el apoyo del 80% de los votos, dejando el resto para el rechazo o la indiferencia? Iglesias podrá ser lo que sea, pero no un suicida. Tan seguro estaba del resultado que..., en fin, ahí está: una participación record y, pese a un rechazo mayor del que esperaba, el apoyo suficiente para demostrar que, más que fundador del partido, el partido es él.

Es decir, el anuncio era una advertencia. Sobre todo cuando el voto no iba a ser secreto, ya que la secretaría de organización del partido dispone de medios técnicos para conocer no solo qué afiliados iban a votar sino también cuál sería su voto. Es lo que le permite a Iglesias decir ahora que «toma nota» de quienes le han reprochado la compra del chalet y creen que debería haber dimitido. Aunque ese «tomo nota» hay que interpretarlo como propósito de enmienda, pues Iglesias está obligado --y así lo ha dicho-- «a representar tanto al 70% que me ha apoyado como al 30% que querría otro secretario general» --qué otra cosa iba a decir--, no es descartable que en el futuro se produzcan algunas «deserciones» en el partido.

Especulaciones aparte, es incomprensible que Iglesias no reconozca que la consulta fue una decisión exclusivamente suya, buscando legitimarse ante el partido. Y más incomprensible es que achaque ahora un acto privado (comprarse un chalet lo es) a no se sabe qué enemigo externo, que así lo ha justificado: «Nos hemos enfrentado al más poderoso de los adversarios: la casi total unanimidad de la opinión publicada, que ha sido capaz de convertir un asunto privado en un debate nacional». Si, como admite, se trataba de un asunto privado, ¿por qué le ha endosado la decisión sobre el chalet a las bases? ¿Acaso por su dudosa moralidad? Hay que maliciarse que eso es precisamente lo que piensan quienes le han reprobado, las élites de la pobreza.

En fin, que dimita el chalet.