El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quiere nacionalizar el Banco de Venezuela, que es propiedad del Banco Santander. Echando mano de su afición a la retórica, el mandatario bolivariano anunció su decisión durante uno de sus programas semanales de radio y televisión.

Le faltó tiempo para prevenir a sus incondicionales de que estuvieran preparados para una supuesta campaña de desprestigio que iniciarían los medios de comunicación españoles. Pero ese no es el caso. Hace una semana, en estas mismas páginas, y con motivo del encuentro que mantuvo Chávez primero con el Rey Juan Carlos en el palacio mallorquino de Marivent y posteriormente con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero en el palacio de la Moncloa, deseábamos que ambas partes sacaran las conclusiones necesarias que evitaran en el futuro espectáculos como el que se produjo en la cumbre iberoamericana de Chile, con el famoso exabrupto del ¡por qué no te callas! , que dio por cierto la vuelta al mundo.

Ahora, todo parece indicar que el Gobierno español ha optado por la vía de la prudencia. El motivo principal no es otro sino que el propio Banco Santander ha informado que está en negociaciones con el Gobierno de Venezuela para venderle su filial. ¿Forzado o libremente? Esa debería ser la cuestión prioritaria. Según la versión de Chávez, el Santander pretendía vender el Banco de Venezuela a un magnate local, lo que le molestó hasta el punto de decir que lo iba a nacionalizar.

Luego llegó el matiz, como siempre tras la bravuconada, de proponer la negociación para que el Estado comprara la entidad que fue vendida al banco cántabro en el año 1996 en subasta pública. Durante estos últimos 12 años, el Banco de Venezuela ha pasado a ser el cuarto del país, con la menor tasa de morosidad y un beneficio hasta junio de este año de 109 millones de euros.

Con estas cifras, cuesta admitir que en la decisión del banco español no haya sido decisiva la sensación de inseguridad jurídica de su inversión.

Más que un nuevo conflicto bilateral --sin obviar que la diplomacia española está obligada a dar apoyo a sus empresas en el exterior-- hay que enmarcar la nueva maniobra del presidente de Venezuela en el contexto interior. Sus petrodólares han permitido a Chávez estatalizar sectores estratégicos como las telecomunicaciones, la electricidad o la siderurgia.

Ahora parece que toca el turno a los bancos, en un desplazamiento cada vez más a la cubana. Pero con el precedente de que cada vez hay más contestación de los propios usuarios: los servicios que han pasado al control público no funcionan mejor. Y para disimularlo, nueva ración de populismo.