Escritor

La ciudad de Badajoz vive bajo el influjo de distintas compulsiones, que cuando confluyen en un extremo explotan y se forma como un hongo que no se sabe bien cómo se produce, pero que sirve de entretenimiento, sobre todo a los Amigos de Badajoz, que sacan continuamente comunicados sobre las consecuencias del hongo, que en este caso es la Facultad de Biblioteconomía, sobre la que de vez en cuando arrecia una propaganda, como si todos nos tuviéramos que hacer bibliotecarios. No hay otra rama de la enseñanza que tenga tantas páginas del diario del grupo vasco, y de éste en el que se me acoge diariamente. Yo creo que se le ha cogido, a Biblioteconomía, una ojeriza por parte de los Amigos de Badajoz que no se la merece, suponiendo que no sea un amor imposible, teniendo en cuenta el fervor religioso de Manzano, que es un doncellón rubio que siente por Badajoz un amor que es casi enfermizo y pone alas también en otras frustradas copulaciones, como la de IU, que enseguida sale detrás como el perro del hortelano a ladrarle a nuestra Cristina Herrera y de paso a nuestro consejero de Cultura, que antes de tomar cualquier decisión se va a tener que comprar un metro para medir toda obra que a Badajoz pete o compete.

Badajoz, realmente, es una ciudad rara, sobre todo por los personajes que la integran, que la aman hasta disecarla. La lista de enamorados más o menos despechados que hemos tenido a lo largo de la historia es inacabable. No se conoce una ciudad en España que haya tenido tanto pajillero a costa, no de sus hembras, sino de sus murallas, sus templos, sus vírgenes, sus parques y jardines y, por supuesto, la gran amada: la Alcazaba. Badajoz es como una hembra alta que lleva detrás de sí olisqueándola a una clientela de exvotos y penitentes que, como en el caso de Manzano, no terminan de copular ninguno. Me parece que los psiquiatras de Badajoz, siempre tan callados, debieran de hablarnos de este tema. ¿Por qué produce tantos desequilibrados esta ciudad toque el tema que se toque? Creo que la última palabra la tiene la Psiquiatría. No podemos amar tanto a una ciudad para, al final, hacerse una manuela .