Como informaba ayer este diario, la campaña del Gobierno griego para recuperar los frisos del Partenón que se exhiben en el Museo Británico ha vuelto a poner sobre la mesa un conflicto cultural sobre la propiedad de este tesoro artístico, expoliado hace más de 200 años por lord Elgin, por entonces embajador de la Gran Bretaña ante el Imperio otomano. La defensa británica, ciertamente teñida aún del rescoldo imperialista, se basa en la garantía de una mejor conservación de los mármoles en Londres. La reivindicación helena se fundamenta no solo en la ascendencia moral y filosófica de Grecia sobre Occidente, sino en un inalienable derecho sobre su propia tradición y sobre sus obras, y más aún con el aval artístico del moderno Museo de la Acrópolis. Con acuerdos bilaterales o con la intervención de los jueces internacionales, tarde o temprano los mármoles robados tendrán que retornar a su ubicación original. Por una simple cuestión de justicia histórica.