Nuestro microcosmos es tan inmenso como nosotros mismos. Sí, me asalta esta mañana la duda de si somos capaces de escapar en alguna ocasión a lo largo del día de todo eso que construimos con nuestras manos y hace nuestro mundo.

Y les enumero: la casa, el hogar, el trabajo o la búsqueda del mismo, los horarios, los amigos, el ocio, el cuerpo y hasta el sexo y el dinero. Todo forma parte de nuestro universo, mejor o peor arreglado, con el que nos dormiremos otra vez esta noche y con el que, que yo sepa, todo hijo de vecino se ha tenido que ir a la tumba. Me dirán que esta reflexión de filosofía ‘low cost’ no encierra más novedad que la repetición misma de nuestra rutina de cada maña mientras nos ponemos en marcha para hacer del día algo útil.

Por eso les sugiero que se hagan un mapa con tiza blanca de su microcosmos particular y dibujen desde el planeta más grande hasta el más pequeño. ¿La familia, quizá? ¿O por qué no el amor? ¿La salud, quizá? No sabría cómo explicarles que quizá lo más complicado resulta ver más allá de nuestras narices o. mejor dicho, de nuestros problemas. Porque de esto ya vamos sobrados. Y los problemas, igual que los planetas, están por todas partes en la esfera privada. Y, la verdad, tan cansado como está usted mismo de dinámicas inútiles, me propongo desde hoy hacer de mi microcosmos un lugar más apacible, sin más interferencia que llegar a fin de mes. Disculpen si perciben en mis líneas algo de trastorno veraniego. El calor me está afectando. Tanto, que me resulta difícil salr de mi microcosmos una vez más. A ver si mañana baja la temperatura.