WEw l número de parados en el conjunto de España en diciembre pasado fue superior al que se registraba en el mes de enero del 2007, lo mismo que ha ocurrido en Extremadura, donde la tasa de desempleo ha aumentado un 2,1%, lo que supone 1.585 parados más que a finales del 2006.

Por su parte, la inflación acumulada hasta el pasado diciembre, según los datos que el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha enviado a Bruselas para el cálculo armonizado del IPC europeo, será del 4,3%, la más alta desde hace más de una década.

Con solo estos dos datos, sería fácil decir que la economía española cerró el ejercicio pasado con nubarrones, preludio de las tormentas que ya descargan en otras economías desarrolladas, empezando por Estados Unidos y siguiendo por los débiles crecimientos que persisten en Europa (Francia y Alemania) o Japón. Y, sin embargo, pese a quien pese, el ejercicio económico del último año en España mantiene un vigor superior al esperado. Baste con ver el dato más global, el crecimiento del Producto Interior Bruto, que sigue por encima del 3,5%.

Toda política económica que se precie de progresista tiene como principal indicador la creación de empleo, por lo que es hora de analizar con precisión el cierre anual del balance de contratos y despidos que recogen las estadísticas mensuales del Inem.

Sin paliativos, hay 100.000 demandantes de empleo más que hace un año. Si se atiende a la letra menuda, existe una explicación razonable: se pierde empleo a espuertas en la construcción, pero también hay un tímido y reconfortante repunte de las contrataciones en el sector de servicios e, incluso, en la industria. Más preocupante es la doble dualidad que contienen estas estadísticas: de un lado, quienes más pierden empleo son las mujeres frente a los hombres, y del otro, los inmigrantes arrojan una tasa de paro muy superior a la de los nacionales.

En un horizonte algo más amplio, hay que constatar que en los últimos cuatro años se han creado 2.000 puestos detrabajo cada día, el salario mínimo ha aumentado más de un 30%, y los cotizantes a la Seguridad Social --dato que deben tener en cuenta quienes solo se fijan en la saturación de la asistencia sanitaria-- han aumentado otro medio millón en el 2007.

Con todo, la inflación ha evolucionado peor que el empleo en el 2007. Y con precios altos, que no será fácil convertir en aumento salarial, tenemos el escenario suficiente para exigir que la política tome el relevo de la economía, que acaba su ciclo de bonanza.

Es hora de exigir programas creíbles para que los parados vuelvan a tener trabajo, aunque sea en un contexto de menor actividad.