Queridos señores de Podemos, no les he votado nunca, pero siempre he sentido simpatía por usted. Eran jóvenes, ilusionados, luchadores, revolucionarios, sin mochilas ideológicas con olor a naftalina y, sobre todo, frescos.

Y utilizo el pasado porque de un tiempo a esta parte, siento que han envejecidos un siglo. Ha caído en los mismos defectos que la denostada por ustedes casta. O al menos así no lo transmiten con esa lucha de poder que protagonizan: la ambición de los políticos cuya profesión es la política, pero ni siquiera con mayúsculas; la de aquellos que se agarran con demasiada fruición al banco para no soltarlo.

Por favor, reflexionen. Vuelvan a la senda de la unidad. Sean ese grupo compacto con ideales e idealismos que ha sido capaz de cautivar a más de cinco millones de votantes en las últimas elecciones.

No les decepcionen. Vuelvan a demostrar que están en política por el bien común y porque luchan por un país mejor, por unos ciudadanos desvalidos y necesitados de que alguien les escuche.