En mayo próximo tocan a elecciones autonómicas. Como consecuencia, las maquinarias de los partidos, tras haber sido debidamente engrasadas, ya comienzan a latir, paulatinamente, a la búsqueda de ese electorado cada día más indeciso por las peculiaridades de los flujos políticos. Aunque en realidad los estudiosos de la política conocen que ese ritmo en los socialistas no ha decaído nunca, porque saben estar en la pomada, en los medios de comunicación y en la actividad y el activismo de cada día. Mientras que la gráfica de los populares, por una diversidad de circunstancias, ha venido presentando unos biorritmos demasiado inestables, con sus lógicas consecuencias en el electorado.

Sin embargo, a la vista de cómo anda el panorama, las próximas elecciones se perfilan con un cariz bastante diferente. Y es que, en la opinión confidencial de algunos que dominan los entresijos, los movimientos y los estados mayores, y por tanto las claves del Partido Socialista y del Partido Popular, en Extremadura, porque los demás ni cuentan, salvo sorpresas imprevistas, existen nervios a flor de piel.

XNERVIOS QUEx afloran por la sencilla razón de que la densidad de las sacudidas sísmicas de la actualidad política nacional es de tal magnitud, que cada día abre más la zanja entre unos y otros. Y esa separación, quiérase o no, va influyendo en la conciencia de los ciudadanos, que deriva en el compromiso participativo electoral, y cuyos votos, por tanto, pueden ser más decisivos que nunca. Reflejos, pues, de la tensión política nacional que se manifiestan en un electorado que, a día hoy, se siente más consciente que nunca de la partida que se está disputando y cuanto existe detrás de ese movimiento de peones, alfiles, torres, caballos y reina persiguiendo dar el jaque mate al rey de las tropas adversarias.

Todo indica por tanto que, en esta ocasión, se trata, se va a tratar de un pulso que va a costar, a buen seguro, sangre, sudor y lágrimas y que han de dejar muchas gotas en el camino. Como consecuencia nos encontramos en lo que son tan solo los primeros movimientos de un pulso que, en lo que concierne a Extremadura, resulta, sin lugar a dudas, de una excepcional trascendencia, responsabilidad y envergadura.

De aquí hasta el último domingo de mayo las polémicas, las discrepancias, las culpabilidades, las inquietudes, las hostilidades, las expectativas, los altibajos anímicos, los nervios, los decaimientos, las crispaciones, las ilusiones, las esperanzas y las encuestas se irán sirviendo poco a poco. Aunque el tiempo corre que se las pela.

Y es que el ritmo de las ambiciones políticas se mantiene más firme que nunca entre las dos formaciones. Lo que nos lleva a formularnos la siguiente pregunta: ¿Cuánto dará de sí la ausencia de Ibarra al frente de las huestes socialistas que dominan desde siempre la Junta de Extremadura y cuánto y cómo pueden influir los acontecimientos derivados de la política nacional? La respuesta, el 27 de mayo, san Agustín de Canterbury.

La próxima cita electoral dispone de todos los ingredientes necesarios para que los contendientes se obliguen a poner toda la carne en el asador. Acaso porque los socialistas se ven forzados a mantener el tipo. Y los populares por sentirse conscientes de que esta oportunidad sea única para sus anhelos de hacerse, por fin, con las riendas de la Junta, desde donde se manda y mucho, se influye y mucho, se presiona y mucho. Esa es, precisamente, la gran clave.

Por las campas de Extremadura hay sed de batalla. Los ejércitos, que se entrenan y se preparan a fondo por los montes y los patios de armas, se encuentran nerviosos por entrar en liza.

Extremadura se juega mucho, no hay que engañarse, en este envite. Y la conciencia de los votantes debe de ahondar en las profundidades y en los conceptos de cuál es la realidad del país y la comunidad autónoma en todos los campos.

A la vista de todo ello nos encontramos, previsiblemente, como señalamos en el titular, ante un gran duelo. Esa es una de las grandezas de la democracia. Y, si no, al tiempo.

*Periodista