El primer ministro portugués Durao Barroso presidirá la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE. Llega al cargo sin aureolas especiales y como solución de compromiso. Pero como fue anfitrión de Bush, Blair y Aznar en la denostada cumbre de las Azores y tiene un perfil más atlantista que europeísta, tal vez logre suavizar las relaciones de Europa con EEUU. Falta por ver, de todos modos, que sepa hacerlo manteniendo la independencia de criterio europea si Bush derrapa hacia su tendencia a la política de hechos discutibles ya consumados.

La mayoría conservadora del Parlamento Europeo nacida de los comicios del 13-J avala que sea un político conservador como Barroso quien releve al progresista Romano Prodi. Para España es una buena noticia que ostente la presidencia de la UE un representante de los países del sur de Europa con sensibilidades próximas a las nuestras. También lo es la confirmación de que Javier Solana estará al frente de la política exterior. Con todo, Alemania y Francia ponen sus condiciones: quieren designar a los comisarios de Economía y de Competencia. El eje franco-alemán cede en algunas parcelas, pero no en el control de las decisiones importantes que más les afectan.