Maestro

Aunque la ley de Watson siga siendo cierta en estos tiempos, no sirve para explicar todos los problemas de aprendizaje: hay casos en los que no se establece hábito alguno pese a las reiteraciones diseñadas desde esta ley (gracias a ello algunos seguimos dudando del carácter intrínsecamente popular de las decisiones de este gobierno) y por otra parte, existen hábitos que tienen una génesis diferente (paradójicamente, los patriotas han alimentado a los nacionalistas antipatrios).

El ciudadano Rodríguez se ha dado cuenta que si a N le asigna la idea actual de los nacionalismos y asocia a E la idea de partido político de alcance estatal, concluimos a gusto que, según ley, buena parte de los presupuestos de nuestro país se distribuyen gracias a que N ha ido sustituyendo eficientemente a E . Desde hace ocho años se ha instalado el hábito político que certifica que los presupuestos de la nación están condicionados por N , siguiendo la ley de Watson.

El ciudadano Rodríguez estima entonces, porque la misma gran ley lo contempla, que podría deshabituarse el ambiente político y asignar a N sus competencias propias sin suplantar a E ; que en palabras al uso político significa que N trabaje en el Senado y E en el Congreso. Pues nada, el hábito ha llegado a ser tan sutilmente mezquino, que nadie ya recuerda que la magistral ley de Watson tiene dos grandes excepciones que debo repetir sin su perjuicio: hay hábitos que no se establecen aun cuando la ley presume que debieran hacerlo y, --segunda excepción-- existen hábitos que tienen génesis diferentes. Watson no puede hacer otra cosa que apoyar incondicionalmente al ciudadano Rodríguez, aunque sea por reflejo condicionado.