Llevamos tantos meses esperando a que ETA acierte, que cuando casi lo consigue, se desencadena una oleada nerviosa que llega a dar erróneamente por muerta a su víctima. Con la compulsión de los primeros momentos, el martes algunos medios dijeron que había fallecido Gabriel Giner . Aunque afortunadamente para todos, sobre todo para él, esta vez tampoco la banda lo ha logrado.

Pero sí ha conseguido tres objetivos básicos para su supervivencia. Dos ya conocidos: extender el terror directo a todos los escoltas, y volver a marcarnos la agenda. El tercero es la novedad que más incertidumbre provoca: visualizar la división entre el PSOE y PP. Dos concentraciones simultáneas en Madrid, una con dirigentes socialistas y otra con populares a apenas un kilómetro de distancia, dan buena prueba gráfica de lo que nos espera si ETA consuma el ciclo de violencia que anuncian sus alrededores. Las declaraciones han sido templadas, con llamadas generalizadas a la unidad, pero las imágenes no dejan lugar a dudas.

Ya no hay marcha atrás, y si no fuera porque hablamos de algo tan fundamental como la vida y la muerte, la fatiga se apoderaría de todos nosotros. ¿Es posible que ante una persona herida en la explosión de su coche, busquemos afanosamente datos de su biografía o de su trabajo no para acercarnos a él, a la víctima, sino para derivar consecuencias? Pues sí, es posible, porque todos somos conscientes de la desestabilización añadida que el actual enfrentamiento político le regala a ETA.

Y lo malo es que probablemente la banda atentará donde y cuando pueda. Contra uno o contra otros. Así lo creen los expertos y así lo demuestra la experiencia reciente. Si creen que sus bases han asumido ya la espiral, se lanzarán sin miramientos. Quizás cuando lean este artículo, estemos lamentando otra desgracia. Pero mientras, la única buena noticia es que, también en el caso de Gabriel Giner, la inexperiencia o la torpeza de los terroristas, ha vuelto a salvar una vida. Que la providencia nos libre de la osadía de los ignorantes o de los desesperados, pero de momento ETA acusa el marcaje policial.