Me parece mal que los expresidentes acepten contratos de grandes empresas para ejercer como asesores o para sentarse en los consejos de administración de las mismas. Pues, aunque desde el punto de vista legal estén autorizados para hacerlo, no estoy tan seguro que lo estén desde el moral.

Como ciudadano, los recientes fichajes de Felipe González por Gas Natural y el de José María Aznar por Endesa, además de otros servicios de asesoramiento que los dos prestan a otras empresas a cambio de sueldos millonarios, me producen cierta repugnancia por incompatibilidad moral con el cargo democrático que ostentaron.

No me parece bien que los expresidentes se aprovechen de la notoriedad y de los privilegios que da el poder para enriquecerse y enriquecer a corporaciones empresariales. Estos comportamientos no ayudan a que los ciudadanos mejoremos la imagen que tenemos de la clase política.

Si de verdad tuvieran vocación de servidores públicos se dedicarían a empresas más loables en las que poder aplicar los conocimientos y experiencia adquiridos. Nos sentiríamos más orgullosos de los expresidentes si ficharan como asesores en el Inem, en organizaciones ecologistas, sindicales, pacifistas, de consumidores o cualquier otra actividad relacionada con los derechos humanos y la justicia social.

Pedro Serrano **

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