TDte la misma manera que muchos españoles ignoran por qué sigue al frente de Exteriores Moratinos , también son muchos los que entienden que Alfredo Pérez Rubalcaba sea ministro de Interior, en un momento en que mirar hacia otro lado y ampliar la manga de la moral se convierte en tarea cotidiana.

Rubalcaba es inteligente y astuto. Si fuera sólo inteligente se las clavarían dobladas, y si sólo fuera astuto no habría sobrenadado por las aguas más revueltas del socialismo, en los peores tiempos y en las circunstancias más adversas.

La única duda que albergan, incluso sus admiradores, es si las artes florentinas de Rubalcaba, esa mezcla de cardenalato, paciencia y brillantez, podrán desenvolverse en ese mundo de boina y papahigo, que no viene de la sutileza, sino del secuestro y el tiro en la nuca.

Naturalmente el ministro no va a negociar directamente con los pistoleros --ningún ministro de Interior lo ha hecho-- pero no cabe duda de que las consignas, los órdagos, la estrategia y las tácticas, las va a diseñar él, así como la medición de los tiempos. Rubalcaba es un dialogador incansable que cansa al interlocutor; un especialista del gambito que engolosina al contrincante para darle jaque mate.

Si Rubalcaba cuenta con el apoyo de la afición, no es menos cierto que en este partido sin árbitro nadie confía en que los contrincantes se vayan a portar como unos amantes del fair play , teniendo en cuenta que fair play a lo peor no está traducido todavía al vasco.

Una vez la duquesa abrió al torero ataviada con una elegante negligé , elegida cuidadosamente para la ocasión. Y, al verla, dijo primitivo y salvaje: "Esnúate". Y ése es el temor. Que Rubalcaba envíe a otro elegante florentino, y le digan que la conversación va a tener lugar en calzoncillos.

*Periodista