Periodista

Mi hijo se va a Salamanca a pasar el fin de semana. Cuando era un niño, vivía en una región con un tren eficaz y debe de creer que en toda España sucede lo mismo. Me pidió dinero para sacar el billete de tren a Salamanca y le informé de que no había comunicaciones ferroviarias entre Plasencia y Astorga desde hace 18 años. No se lo creyó, tampoco sus amigos, y se fueron a la estación en un lógico ejercicio adolescente de desprecio paterno. En la taquilla hicieron la comprobación, también lógica e inmutable, de que los padres siempre acaban teniendo razón: efectivamente, no hay tren a Salamanca... Bueno, en realidad, en Extremadura no hay tren a casi ningún sitio y los que hay son tan lamentables que cogerlos es más bien un ejercicio lírico y aventurero que una opción funcional.

Los trenes extremeños son los más antiguos de España. Se ha escrito ya tanto sobre las velocidades de los años 40, el material de los 60 y las conexiones del siglo XIX que parece preferible cambiar de tema para no deprimirse. Puede haber quien piense que el ferrocarril es un tema baladí en el tiempo de las nuevas tecnologías, pero sólo hace falta viajar un poco para certificar que los países y las regiones desarrolladas apuestan firmemente por el tren como medio de transporte. Y cuando decimos tren, no nos referimos al Ave, sino a un ferrocarril dinámico, funcional y normalito que permitiera viajar a los funcionarios de Cáceres a Mérida; a los estudiantes, de Plasencia a Badajoz; a los ociosos, de Almendralejo a la feria de Zafra; a los turistas, de Navalmoral a Monfragüe. Hace unos días pretendí hacer una visita tranquila a la Mérida romana y quise hacerlo un sábado en tren, cómodamente. Me resultó imposible: tenía que salir a eso de las ocho de Cáceres y regresar bien pasadas las diez de la noche. ¡Agotador!

Dicen que los extremeños no viajamos en tren y es verdad: de enero a octubre de 2002, la estación de Cáceres sólo tuvo 122.837 viajeros, menos de los que pasan por la de Santiago de Compostela en un mes. ¡Y la estación cacereña es la de más movimiento de Extremadura! Pero qué quieren, si es que nos han echado del tren. En ocho años, Renfe ha perdido 400.000 viajeros en Extremadura.

Le he contado a mi hijo mi último viaje en tren por la línea de Salamanca. Fue justo el día en que nacía él. Me avisaron de que mi mujer había roto aguas en el hospital de Cáceres y me vine en cuanto pude. Tuve que coger cinco trenes y el penúltimo fue un ferrobús que salía de Salamanca a las ocho de la noche y llegaba casi al día siguiente a Palazuelo-Empalme, donde cogería el Lusitania Exprés de madrugada. Era uno de los últimos convoyes de la línea, que estaba a punto de ser cerrada. Viajábamos unos estudiantes de Guijuelo, un caballero que estaba rematadamente loco y servidor, que no sabía si ya era padre y estaba trastocado por la ansiedad. El ferrobús tenía unos agujeros en el fuselaje por donde se veían las vías y el suelo. El revisor me contó que un par de meses después circularía por Venezuela. El viaje fue una inmersión fascinante en el realismo mágico y, lógicamente, cuando llegué a Cáceres, mi hijo ya andaba. Ahora quiere irse en tren a Salamanca. Pobre iluso.