España sigue dando pasos en la consolidación de su estructura autonómica que es la antesala del estado federal al que está abocada y con el que terminarán los desencuentros de más de 500 años de historia de un dificilísimo encaje de nacionalidades y territorios heterogéneos y plurilingües. Desencuentros que han dado lugar a fricciones terribles, a enfrentamientos y a guerras que han desangrado al país, porque nunca -hasta ahora- ni siquiera se intentó la búsqueda de un encaje inteligente para el puzzle. Somos uno de los estados más antiguos del mundo y, sin embargo, aún tenemos problemas fundacionales que otros más jóvenes, como Alemania, Italia o EE.UU., han resuelto hace mucho.

Pero estos problemas se van solucionando más y mejor en los últimos 30 años que en los cinco siglos anteriores. El Estado de las Autonomías ha sido -gracias al tirón diferencial sobre todo de Cataluña y del País Vasco- un invento genial, que sigue funcionando admirablemente bien a pesar de la inmensa dificultad de congeniar 17 caracteres tan distintos, como se ha demostrado con el éxito del nuevo modelo de financiación, aprobado por todos porque nadie ha dicho que no.

En este paso del estado nacional al estado plurinacional se dejó atrás el centralismo, que se cambió por la descentralización. Pues bien, ahora se está en otra fase igualmente esencial, que es el paso del verticalismo a la horizontalidad y a la transversalidad. Y este proceso está liderado por Extremadura, cuyo presidente, Guillermo Fernández Vara ha propuesto la creación de un Foro de Gobiernos Autonómicos, que está recibiendo todo tipo de adhesiones. La utilidad de este mecanismo es obvia. Lo que sí merece reseñarse es que puede representar un paso importante hacia la conversión del Senado en la cámara de territorial que tiene que ser, cuestión esencial para afianzar más el Estado de las Autonomías.

Con su estilo sencillo, humilde y lleno de lógica, el presidente Fernández Vara está aportando una piedra angular a la terminación de nuestro edificio autonómico-federal.